Campos minados, cruces, trincheras, fusiles colgados como trofeos, aviones Tornados surcando el cielo… Un recorrido por las Islas Malvinas es un constante recordatorio de lo que ocurrió hace 25 años: una guerra sangrienta que para sus habitantes fue paradójicamente lo mejor que pudo haberles pasado.
«Sin la guerra de 1982, nada de esto hubiera ocurrido», dijo el jefe de gobierno de las islas, Chris Simpkins, tras hacer un repaso a la prosperidad del archipiélago.
Hasta la guerra el Producto Interno Bruto per cápita de las islas, sometidas a un sistema agrario semi-feudal, rondaba los 3 mil 500 dólares anuales. Hoy esa cifra alcanza los 50 mil, sin deudas y con un sistema que garantiza salud, educación y pensiones.
Antes de que el 2 de abril de 1982 las tropas argentinas invadieran Port Stanley, la población de las Malvinas no llegaba a las 2 mil personas, y se reducía en cada avión y cada barco rumbo a Europa. Sin perspectivas, la gente emigraba. «Las islas se estaban desvaneciendo», recuerda Simpkins.
Hoy son casi 3 mil los habitantes sobre los 11 mil km cuadrados del archipiélago, sin contar a la base británica de Mount Pleasant que, según sus comandantes, alberga una población rotativa de unos mil 200 efectivos y sus familiares.
Además, el territorio se convirtió en receptor de inmigrantes. Más de 60 nacionalidades -incluyendo 28 argentinos- están representadas en las Malvinas.
«Sin la guerra, en pocos años las islas hubieran sido argentinas de todos modos», reflexiona Tony Blake, de 66 años, quien participó en la resistencia. «Es horrible decirlo, por la pérdida de vidas, pero la guerra fue buena para las Falkland», concuerda Jenny Luxton, de 57 años.
Detrás del cambio está el repentino interés británico por ese remoto territorio, cuyos habitantes hasta entonces se sentían olvidados.
La ley de pesca permitió al gobierno local cobrar un canon y desató una industria exitosa que hoy genera más de la mitad de los ingresos, pese a que la bandera del territorio todavía luce una oveja en su escudo central.
En las Malvinas hay medio millón de cabezas de ganado ovino, igual cantidad de patos y gansos, centenares de automóviles todoterreno y 25 mil minas plantadas.
Los campos minados están claramente señalizados. Los carteles de «Peligro, Minas» son omnipresentes como el viento polar que siempre sopla.
En una mañana otoñal Celia Stewart y sus dos perros labrador caminan sobre la arena blanca de Surf Bay. Detrás, el agua turquesa, la espuma limpia y los pájaros multicolores. La escena podría servir de postal, si no fuera porque a pocos metros las minas amenazan y el zumbido de un avión Tornado tapa el ruido de las olas.
Ese contraste constante entre paz y guerra es la marca distintiva en las Islas Malvinas.
Apenas saliendo de Stanley, el paisaje se salpica con trincheras y búnkeres argentinos. Adentrarse supone viajar en el tiempo, a 1982: frazadas, municiones, zapatillas, huesos de ovejas comidas por los soldados, restos de cañones, latas de raciones, frascos con dulce….
Más lejos, cerca de Darwin, está el cementerio argentino. Son 230 cruces, con 237 personas enterradas, de las cuales sólo 101 están identificadas. «Soldado argentino sólo conocido por Dios», rezan el resto de las placas.
De regreso en la capital el silencio absoluto de las calles habitualmente vacías, contrasta con el murmullo en las numerosas tabernas, recordando anécdotas de la «ocupación».
Encima de la barra del pub más popular de Stanley, el «Globe», un fusil argentino está colgado junto a banderas británicas.
Hasta en las iglesias locales se recuerda la guerra, con mensajes en honor a los caídos.
Los locales parecen sentir la necesidad de contar sus historias. Por ejemplo, Isobel Castle, quien en 1982 trabajaba en el único supermercado de Stanley, guarda cada una de las cartas que reclutas argentinos hambrientos le entregaban pidiendo alimentos.
Además atesora los carteles que impedíam el ingreso a los soldados, o la propaganda argentina que pregonaba, entre otras cosas, «Usted tiene derecho a vivir en libertad», mientras en el continente una dictadura gobernaba hacía 6 años.
Las divergencias entre Gran Bretaña y Argentina en torno de las islas Malvinas no han disminuido un ápice en 25 años y ambos países seguirán defendiendo con vehemencia sus posiciones en ocasión del aniversario de esta guerra trágica, que dejó casi un millar de muertos.
Aunque en Argentina y en el Reino Unido –que restablecieron en 1990 sus relaciones diplomáticas– los vientos que soplan y los ánimos de la gente están muy lejos del patriotismo generado por la trágica guerra, las conmemoraciones pondrán en evidencia que las posiciones no han cambiado, anticiparon fuentes.
Gran Bretaña, que se niega al diálogo sobre la soberanía de las islas del Atlántico Sur pedido por Argentina, «no ha modificado su posición», indicó una fuente del gobierno de Londres.
«Nuestra posición es la misma: hablaremos de soberanía si así lo desean los isleños», dijo una fuente de Downing Street, que dejó claro que el aniversario, que será conmemorado en ambos países, no constituye una oportunidad para que Londres reconsidere su rechazo al pedido de diálogo de Buenos Aires.
En este contexto, los preparativos para los 25 años del desembarco argentino el 2 de abril de 1982 sirvieron ya para que el primer ministro laborista Tony Blair asegurara que él también habría lanzado una guerra para recuperar las islas, como lo hizo entonces la líder conservadora Margaret Thatcher.
Blair no sólo aprobó hace pocos días la decisión de enviar nuevas tropas a las islas Malvinas, sino que dijo que «estaba seguro» que él hubiera tomado la misma decisión que Thatcher.