Los hombres y las mujeres que juegan a la política en esta Guatemala de la Asunción y de la espectacular y célebre ascensión al apetitoso guayabal, a las buenas o a las malas, han dejado en calma, por ahora, el ambiente nacional por haber llegado en la campaña político-electoral a lo culminante de la primera jornada. Pero… ¡falta lo demás!
Desaparecieron, ¡al fin!, las sonrisas como sardónicas de los aspirantes a las codiciadas posiciones de gobierno. Los más como que se pusieron de acuerdo para sonreír a ocho columnas exhibiendo sus “apolíneos†aspectos propagandísticos y haciendo promesas de esas que no siempre se cumplen cuando se está medrando y dando rienda suelta a la vanidad de mando y de jor, jor, como suele decir una estimada colega. Se vio que Suger y Pérez Molina no sonrieron, sino posaron con evidente naturalidad.
Y una pequeña preguntita: de sopetón: ¿Quedarían satisfechos y contentos quienes en el partidismo tuvieron una militancia activa, “desinteresadaâ€? ¡Lo dudamos! Siempre los perdidosos en estos casos, al menos en su mayoría, fruncen el ceño gimoteando y gritando ¡fraude!, ¡fraude!, ¡fraaaudeee! a voz en cuello y esgrimiendo argumentos a su mejor conveniencia. ¡Pobres lloricas malhadados!
Deben de estar fatigados los candidatos a la presidencia, a la vicepresidencia, a las curules del sombrío y “onorabilísimo†–así escrito, sin h– caserón de la novenita avenida, a las alcaldías y concejalías de las corporaciones edilicias, a consecuencia de la lucha realizada con bombos y platillos y hasta con acarreos de ganado humano…
La vida activa y productiva del país –que conste– se vio bastante afectada, con repercusión directa, por supuesto, en la economía nacional, y es que se inmovilizaron a ratos, como quien dice, el comercio, la industria, incluso el aparato burocrático que de por sí funciona como a desgano, como desperezándose… Y ¡qué coincidencia!: Los sindicalistas, los “maistros†y los que pretenden hacerse de viviendas gratisdatas –léase regaladas– (mucha gente ya se acostumbró a que le den todo sin costarle ni un centavo) se dedicaron a bloquear vías estratégicas en la capital y en otras partes cuando faltaban sólo unos cuantos días para que fuese celebrado otro alegre evento electoral… ¡Qué civismo con buenas dosis de anarquía y qué ni qué nada!
Miles y miles de trabajadores y trabajadoras afrontaron serios problemas para asistir a oficinas y establecimientos en general donde sudan la gota amarga de sol a sol. Los transportes urbanos y extraurbanos, los “tráileresâ€, los camiones y demás pesados vehículos hicieron colas a lo largo de varios kilómetros en las carreteras, lo mismo que en muchas cuadras de calles citadinas, y los productos perecederos se fueron a la basura… Y esos sindicalistas bochincheros, antisociales y antidemocráticos, lejos de lograr sus propósitos por estar vacías las arcas estatales, cosecharon repudio, indignación, entre la población. ¡Que les sirva de experiencia esa antipatía popular para que en lo venidero rectifiquen sus procederes y no se dejen embrocar por líderes incapaces e irresponsables.
Pues bien, hubo incidencias diversas en el jaleo. Estaremos atentos a los resultados oficiales de la andanada de sufragios para saber quiénes despanzurraron con éxito, realmente, la bondadosa piñata… Lo conveniente, ahora, es no especular ni que nos hagan escuchar epinicios prematuramente. No hay que cantar gloria todavía. Esperemos la declaración oficial que mantiene expectante, presa de nerviosismo, a la ciudadanía, sobre todo a los políticos del famoso partidismo electorero que no honra al sistema democrático.
Lo deseable es que los elegidos y los electos, propiamente dichos, tengan buenas realizaciones cuando estén montados en el potro y que se abstengan de defraudar a los electores con actuaciones pecaminosas, corruptas, censurables y negativas en todo sentido.
A los puestos del gobierno nacional y a los del gobierno municipal debe irse con ánimo de trabajar como Dios manda en beneficio de las comunidades respectivas, mas no, mil veces no, como se ha visto y comprobado en los últimos períodos cuatrienales.
Es hora –nunca es demasiado tarde– de hacer ímprobo y patriótico esfuerzo, a fin de recobrar el prestigio del aparato burocrático, sobre todo el del Congreso de la República, donde como parasitariamente succionan las ubres del presupuesto nacional nada menos que 158 “curuleros†politiquientos –valga decir que hay excepciones– que dormitan y apenas pueden levantar las manos para aprobar o improbar, a lo robot, las leyes que ni siquiera habrán leído. También hay que velar por que se actúe honestamente, sin garfadas de los amigos de lo ajeno, en muchas municipalidades que abusan, que da horror, de la autonomía.