Mariano Rayo y las ideas


Edgar-Balsells

Hace tan sólo unas décadas los polí­ticos y aprendices de tales se arremolinaban en gavillas de “centuriones”: el MLN las tuvo, e incluso el Partido Revolucionario. Se trataba de fuerzas de choque en donde los jóvenes aprendices mostraban su coraje, y de paso persuadí­an a la ciudadaní­a indefensa sobre la fuerza del partido. Era el tiempo de “los leones”, pues hay épocas en que éstos imperan sobre los “zorros”, según altos teóricos de las élites y de la clase polí­tica. De súbito, con la democracia, los cambios en la polí­tica norteamericana, y otros hechos, debieron de actuar los “zorros” demandando entrenamientos más intelectuales que fí­sicos. Así­, la clase polí­tica se tuvo que ir tornando en más discursiva y proveedora de ideas. Y es que la democracia y los nuevos tiempos de la paz así­ lo exigí­an.

Edgar Balsells

 


Hace algunas semanas el diputado y accidental periodista Mariano Rayo, ensayando esta transición tan costosa de pasar al mundo de las ideas, y constituirse incluso en ideólogo renombrado de su partido, se dio a la tarea de dedicarse en forma “part time” a ser escribiente, ocupación ésta que requiere de un esfuerzo de tiempo y de creatividad, poco habitual en los polí­ticos del medio.
Y resulta así­ que el ponente de las leyes de propiedad intelectual, y ferviente creyente del “Estado de Derecho”, se puso a copiar a diestra y siniestra, tal es el caso de otro ejemplo de plagio que he encontrado en su artí­culo titulado “El valor de las ideas”, el cual se inspira en las publicaciones de un periódico virtual chileno titulado “Atina Chile”.
El artí­culo de Rayo constituye una copia amplia de frases  entresacadas de un chileno de nombre Gino Schiappacasse, quien se lamenta  que en Chile “pareciera subestimarse y a veces, detestarse al intelectual, al que trabaja con ideas, al creador de paradigmas, al que proyecta y concibe (…)”, frases exactas, con algunos cambios al contexto, que utiliza Rayo en su artí­culo, plagiando incluso el último comentario de Schiappacasse relativo a que hasta Dios “el Gran Creador, en un principio, tuvo idea para hacer el universo”.
La razón principal de comentar estos hechos es vislumbrar  que es evidente la chatura moral que persiste en nuestra clase polí­tica, al punto que los aparentemente más ilustrados ponentes de leyes y conductores activos de comisiones, se dan ahora a la tarea de robar ideas del ancho mundo digital, y trasplantarlas mecánicamente a los discursos persuasivos que exige nuestro campo de batalla de hoy en dí­a, colmado de la presión mediática y del convencimiento por medio del habla, y en ciertos casos de remedos de batallas intelectuales.

Es cierto, siempre fuimos copiones, incluso el gran Mariano Gálvez se fusiló el Código de Livingston y procuró implantar una buena cantidad de disposiciones libertarias que estaban siendo confeccionadas e implementadas en el naciente imperio norteamericano, cuando aquí­  las pandemias hací­an mella en el pobrerí­o y la moneda de plata macuquina escaseaba tanto como los alimentos.
¿Y entonces? Si el mundo que se viene es más de ideas que de imposición mediante botas militares, mucho de educación y de pensamiento crí­tico serí­an indispensables, pues los pueblos sin creatividad poco tienen que hacer en este mundo. Es así­ como es vital que el cuarto poder vigile las actuaciones de los diputados en virtud de que está de moda el desbordado poder polí­tico de esa arena pública de la toma de decisiones.