De retorno a Walden


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Recién leo en un periódico de Argentina, que se reeditó la obra Walden, la vida en los bosques, de Henry David Thoureau (Massachusetts, 12 de julio de 1817 – 6 de mayo de 1862), uno de los autores (y libros) fundamentales para tendencias de contracultura y contrapoder en el mundo.

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

 


Thoreau era agrimensor y naturalista de profesión, pero escritor por vocación. Su nombre aparece junto a los pioneros de la literatura estadounidense, junto a Hawthorne, Emerson, Melville y Whitman, aunque, para él nunca llegó a escribir una página que valiera la pena.

El 4 de julio de 1845 se fue a vivir a un terreno de su amigo y también escritor Ralph Waldo Emerson, dentro del bosque que circundaba el lago Walden. Construyó una cabaña con sus propias manos, con el objetivo de vivir inmerso en la naturaleza para reflexionar.

Como hecho curioso, en 1846, los recaudadores de impuestos llegan hasta esta cabaña para que pague tributos, y Thoreau se negó, debido a que éstos serví­an para pagar la guerra contra México y financiar un sistema de esclavitud, aún vigente en Estados Unidos. Por su rechazo, fue encarcelado; esta experiencia se recogerá posteriormente en su libro La desobediencia civil, en 1849, clave para movimientos reivindicadores en todo el mundo, sobre todo por figuras como Lev Tolstói, Mahatma Gandhi y Nelson Mandela, por ejemplo.

Tras dos años, dos meses y dos dí­as en la cabaña (incluyendo el tiempo en la cárcel), el 6 de septiembre de 1847 abandonó el bosque y retornó con su familia. Pero fue hasta 1954 que publica Walden. La vida en el bosque.

í‰ste consiste en un tratado sobre la naturaleza del ser humano, reflexionando desde casi todos los puntos de vista, iniciando con el económico, pero su finalidad era ofrecer una visión filosófica. Pertenecí­a a la corriente trascendentalista, que se oponí­a a la enorme fe por la industria y la ciencia y a la expansión imperialista, y que creí­a que Estados Unidos debí­a recuperar el espí­ritu y esencia de las cosas.

Walden es una defensa de la vida natural en contraste a la creciente sociedad industrial de entonces, situación que en nada ha cambiado hoy dí­a, salvo que ahora tenemos menos espacios naturales.

Su obra es fundamental para lo que los estadounidenses consideran la “contracultura”. El movimiento Beat, y, posteriormente, el movimiento Hippie, y sus evoluciones contemporáneas (como el ecologismo), reconocen a Thoureau como uno de los pensadores fundamentales en el establecimiento de sus teorí­as. De hecho, los campamentos hippies –que intentaban fundar comunidades alejadas a la civilización industrializada y evadir el reclutamiento para la guerra de Vietnam–, estaban inspirados en Walden, como lugar ideal para vivir.

Lamentablemente, la masificación y popularización de la “moda” hippie, y su declive ideológico tras la globalización, se han perdido las bases filosóficas que justificaron los movimientos contraculturales, por lo que es deseable recuperando, sobre todo yendo a sus orí­genes, iniciando con el retorno a Walden.

Además, Thoreau debe ser considerado como uno de los estandartes del anarquismo norteamericano, ya que creí­a que los gobiernos tení­an demasiado poder, y éste deberí­a ser devuelto a los ciudadanos, una reflexión que nos viene como anillo al dedo ahora que todos los candidatos, acá en Guatemala, nos piden su voto para llegar al poder.

Ojalá hubiera un “Walden” local para aislarse de toda contaminación visual, auditiva y ambiental, que los polí­ticos denominan “campaña electoral”. Alejados, en un lago espiritual, quizá logremos reflexionar y comprendamos que Guatemala necesita mucho más que simplemente ir a votar por el candidato que nos ofreció más.