La película más reciente del director griego Yorgos Lanthimos, «Alpes», propone una técnica novedosa, aunque inquietante, de apoyo emocional a quienes han perdido a un ser amado.
«Alpes» es el nombre elegido para designar a un grupo ad-hoc cuyos miembros toman el lugar de los familiares o amigos fallecidos, supuestamente para ayudar a los dolientes a superar la transición. Las cuatro primeras sesiones son gratuitas.
En la cinta, una ciega contrata a un miembro del grupo para que interprete a su marido muerto, a quien le promete su cena favorita de schnitzel y patatas antes de partir a trabajar, y a otro para que se haga pasar por su mejor amigo fallecido, quien tendrá que leerle algo.
El grupo elige el nombre de «Alpes» porque son un sustituto pobre: así como no hay montaña que pueda sustituir a otra, ningún extraño podrá reemplazar a un ser amado.
Lanthimos dijo que no tiene conocimiento de que tales grupos existan en la vida real, pero que no lo podría descartar.
«Probablemente los hay. Porque nos hemos dado cuenta de que cuando pensamos algo, ya hay un grupo haciendo lo mismo», dijo Lanthimos el sábado durante una conferencia de prensa antes del estreno mundial de la cinta, que compite en el Festival de Cine de Venecia.
El director dijo que la idea para «Alpes» la tuvo con su guionista, Efthimis Filippou, y que ambos se enteraron posteriormente que hay empresas en Asia que contratan actores para interpretar a un esposo o una pareja en un evento social.
Los cuatro protagonistas de «Alpes» son una enfermera, un paramédico, una gimnasta rítmica y su entrenador, quienes buscan ayudar a los dolientes con su propuesta, que acepta un número sorprendentemente alto de personas.
Bajo la mecánica del grupo, ellos establecen rutinas con el doliente durante una entrevista breve: qué prendas vestir, qué frases repetir, qué rutinas seguir durante las visitas periódicas y aprender datos curiosos como los nombres de sus actores favoritos. En sí mismo, el diálogo en que se enfrascan carece de emoción.
El relato se centra en la enfermera, interpretada por Aggeliki Papoulia, quien deja su papel en la vida real para asumir el de una difunta. En una historia, hace las veces de la esposa canadiense muerta del propietario griego de una tienda de iluminación. Durante el invierno ella va a nadar a la costa griega, como lo habría hecho la esposa. También interpreta la lucha de la mujer con la diabetes al romper una lámpara contra el suelo.
Sin embargo, su interacción con su propio padre es de alguna manera tan ritualista como sus encuentros con clientes. Le pone gotas en los ojos a su papá todas las noches a las 10. Lo acompaña a un club local donde él baila y ella recuerda vagamente el amor que tenía su madre muerta por el baile.