Togas, lobos y narcopolí­ticos, hay que encarcelarlos (II de II)


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Imaginemos por un momento, cuando los cárteles del crimen se decidan a gritar: “muera el mal gobierno y vivan los pobres”. Todos sabemos, desde luego, que ellos no son ideólogos revolucionarios sino sicarios delincuentes; pero ese llamado serí­a un grave posicionamiento polí­tico, que recibido por once millones de guatemaltecos pobres, es un combustible fácil de arder.

Fernando Mollinedo
fermo@intelnet.net.gt

 


Por ello, el tema de la violencia, se ha convertido en el principal tema de conversación, sin texto alguno, sin idea de si vamos o venimos, y por lo tanto sin explicación y sin esperanza; debido a la recurrencia de personas “no idóneas”  (por ignorancia) para el ejercicio del cargo, lo cual deriva en el deterioro natural de una sociedad que no sabe a dónde va, y que por lo tanto cualquier camino le es igual, siempre y cuando tenga el ingreso mí­nimo para subsistir cada dí­a, no le importa el mañana ni el después.

Puede uno culpar a los polí­ticos de esa falta de rumbo, aduciendo que ese es precisamente su trabajo, el liderazgo; pero esa misma culpa le podemos achacar a empresarios, lí­deres sindicales, campesinos, medios de comunicación, académicos y lí­deres sociales. Si no hay liderazgo, es porque no lo hay en ningún lado.

Guatemala, a pesar de que sigue siendo la Nueva York centroamericana, perdió a dicho nivel el lugar de vanguardia en competitividad que tuvo durante muchos años, debido a la inseguridad, violencia y acoso del crimen organizado; las afectaciones económicas por los embates del narcotráfico, son incuantificables al impactar a todos los sectores productivos y de consumo; y el gobierno no puede contrarrestar la inseguridad pero ha impulsado el desarrollo social; por lo anterior bien cabe la pregunta: ¿qué es más importante, la seguridad o el desarrollo social?
     
Todo lo anterior, deriva de la polí­tica aplicada por los polí­ticos que ejercen el poder para favorecer los intereses de los grandes grupos empresariales convertidos en financistas electorales y a posteriori en cobradores de facturas polí­ticas.  Con este nuevo proceso polí­tico electoral… ¡corre y va de nuevo! Resultado: más concesiones mineras, licencias de exploración y explotación petrolí­fera, libre paso de contenedores con contrabando e ingreso de drogas, libre trata migratoria de personas y algunas cosas más, por no decir etcétera y etcétera, cuyos responsables pudieron ser o no mismos funcionarios de gobierno o sus financistas polí­ticos ¿y el pueblo? Seguirá en la misma.
     
Para balancear de nuevo el trí­pode que sustenta al paí­s (legislativo, judicial y ejecutivo) es menester fortalecer las instituciones desgastadas ante los ojos de los ciudadanos; nombrando y eligiendo personas tecnócratas decentes con experiencia en la materia que dirijan, de lo contrario, los fracasos seguirán sumando.