Fernando Vallejo gana premio FIL 2011


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El escritor colombiano Fernando Vallejo ganó el premio de Literatura en Lenguas Romances 2010 que otorga la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, informó el pasado lunes el jurado.

GUADALAJARA

El autor de obras como La virgen de los sicarios y La puta de Babilonia fue considerado por el jurado como una «figura verdaderamente original de la literatura en castellano», además de calificarlo como «una de las voces más personales, controvertidas y exuberantes de la literatura en español actual».

Vallejo recibirá el premio el 26 de noviembre durante la inauguración de la FIL 2011.

El año pasado el premio fue otorgado a la mexicana Margo Glantz.

El Premio FIL de Literatura tiene una dotación económica de 150 mil dólares.

El jurado de la edición 2011 estuvo integrado por Juan Cruz Ruiz (España), Cecilia Garcí­a Huidobro (Chile), Calin Mihailescu (Rumania), Julio Ortega (Perú), Margarita Valencia (Colombia), Jorge Volpi (México) y Michael Wood (Inglaterra).

Vallejo dijo que se definí­a como colombiano y mexicano.

«Yo soy de donde nací­ y de donde me voy a morir», dijo el escritor en entrevista telefónica.

Adelantó que su siguiente libro abordará el idioma. «Aquí­ en México descubrí­ que en toda lengua hay dos, una la hablada y otra la escrita», expresó.

PROVOCADOR

Vallejo, antes de llegar a México, el escritor habí­a salido de su ciudad natal, Medellí­n, al noroeste de Colombia, a estudiar cine: “Me dio por el embeleco del cine -dijo en 2010 en una entrevista-. Me fui a estudiar dirección de cine en Roma y luego terminé en México, donde habí­a una industria cinematográfica que no existí­a en Colombia, y aquí­ filmé mis tres pelí­culas. Luego me desilusioné del cine y me puse a escribir”.

En este paí­s realizó las pelí­culas Crónica roja (1977) y En la tormenta (1980), ambas con temática acerca de la violencia colombiana. Después hizo Barrio de campeones y años más tarde incursionarí­a de nuevo en el cine, pero como guionista de su libro La virgen de los sicarios que fue dirigida por Barbet Schroeder. Aquella novela es, sin duda, la que más le ha dado a conocer entre los lectores no sólo de Colombia y América Latina, sino del resto del mundo.

También esa novela tení­a por escenario la ciudad de Medellí­n, donde Vallejo nació en 1942, una ciudad que en sus libros está presente, una ciudad que añora con evidente nostalgia: “Aquí­ (en México) he vivido la mayor parte de mi vida, aquí­ filmé mis tres pelí­culas y aquí­ he escrito todos mis libros, pero aquí­ no me quiero morir -dijo en la entrevista-. Me quiero morir en Medellí­n para juntar allí­ los restos del naufragio y no morir desintegrado. Volviendo al comienzo, a lo que fui cuando era niño, que es cuando he sido más yo mismo. Me he pasado toda la vida añorando a Medellí­n. Yo nací­ para vivir en esa ciudad, no en otra, pero no pudo ser. Uno no hace lo que quiere. O por lo menos no lo he podido hacer yo”. (Esto comentó hace unos meses, sin embargo ayer comentó a la prensa que morirá en México).

Para cuando el libro y la pelí­cula de La virgen de los sicarios se dieron a conocer, el narrador ya era uno de los escritores más sólidos de las letras en América Latina, con libros como los que componen la serie El rí­o del tiempo: Los dí­as azules (1958), El fuego secreto (1987), Los caminos a Roma (1988), Años de indulgencia (1989) y Entre fantasmas (1993).

La homosexualidad, la doble moral de las religiones, la transformación de una ciudad -llámese Medellí­n en las primeras obras, llámese México en el caso de Entre fantasmas-, la distancia del lugar donde se nació, el personaje que es el propio escritor y que nos habla en primera persona, la corrupción, la violencia, están presentes en esos libros y en los que han venido después. Algunos de ellos son los titulados Mi hermano el alcalde, El desbarrancadero (Premio Rómulo Gallegos en 2003).

En todo caso, a Vallejo le interesa escribir de su ciudad para aproximarse cada vez más a la exploración de lenguajes. Le preocupa, más que a muchos escritores, la pobreza y contaminación del idioma castellano.

“Este idioma nuestro perdió toda su expresividad y su gracia, y se anglizó y perdió el sentido elemental de la concordancia y el régimen que uno aprende de niño sin esfuerzos. Perdió su casticidad y se volvió un adefesio anglizado. Los gringos nos colonizaron hasta el alma”.

Acerca de la literatura de Vallejo, es errado afirmar que la oralidad es la que le da forma:
“Yo escribo en idioma literario vivificado por el habla, y más en concreto por el habla colombiana. Las frases mí­as tienen ritmo y sonoridad y emplean muchas fórmulas sintácticas propias de la prosa, no del coloquio. El que haya colombianismos en mis novelas no significa que éstas estén escritas en colombiano”.

La polémica, sus frases provocadoras, con frecuencia, han hecho que el novelista sea más conocido por lo que dice que por lo que escribe.

Tras una decisión férrea de no dar entrevistas, hace una década empezó a hablar. Sus palabras provocaron, en especial en el Colombia, la reacción de las buenas conciencias.
Provocador y desmesurado por momentos, el escritor colombiano -nacionalizado mexicano en 2007- ha sido congruente con lo que dice. Se ha mantenido firme, por ejemplo, en su negativa de volver a España, una vez que ese paí­s exigió visa a los nacidos en Colombia.
El escritor vive en La Condesa con el escenógrafo mexicano David Anton y con Quina -“con Q, como la que se le echa al vodka”-. Una perra que tiene casi una década con ellos, que estaba en la calle y que es “mezcla de Alaska con no se sabe qué”. Una perra que le recuerda a Kim, la perra que tuvieron antes, y que habí­a llegado a su vida después de Bruja, animal que se hizo cotidiano en varias de sus novelas. Bruja fue un personaje de quien se despidió en la novela Entre fantasmas; de ella, y de los miles de muertos que ocasionó el sismo de 1985 en la ciudad de México.

Vallejo fue en su infancia lector de clásicos de la literatura en sus idiomas originales -que aprendió por su cuenta-. Estudió filosofí­a, música y derecho, es pianista, director de cine, autor de 16 libros, entre novelas, biografí­as y obras cientí­ficas para las cuales acostumbra destinar años de investigación: 10 para la biografí­a de Barba Jacob, El mensajero; 10 de estudio de ciencias biomédicas para La tautologí­a darwinista; cuatro para el Manualito de imposturologí­a fí­sica; y más de dos para La Puta de Babilonia, “el sumario que le levanté al cristianismo de sus más grandes crí­menes”.

Aunque son más de cuatro décadas de vivir fuera de Colombia, Vallejo tiene en la escritura una forma de seguir viviendo en Colombia:
“Haberme ido es uno de los más grandes temas de mi vida. Pero he estado volviendo todo el tiempo en mis libros cuando escribo. A lo mejor nunca me he ido de Colombia y sigo con el alma allá”, dijo el novelista.

En ese sentido, la vida del premio FIL de Literatura en Lenguas Romances coincide mucho con la del poeta colombiano Porfirio Barba Jacob, quien nació también en el departamento de Antioquia (cuya capital es Medellí­n) y que viajó por paí­ses de Centroamérica y creó en México su obra literaria. De Barba Jacob, Vallejo escribió El mensajero, la más importante biografí­a que se ha hecho hasta ahora, y prologó su obra poética.

“La vida de Barba Jacob coincide en mucho con la mí­a, empezando porque él como yo somos de la región de Antioquia, y siguiendo porque él murió nueve meses antes de que yo naciera, y más aún porque tení­a una concepción de la vida parecida a la mí­a. Lo que Porifirio Barba Jacob sí­ nunca vio fue el dolor de los animales. Por lo visto no le dio el alma para tanto. Con lo cual pienso que, por excepcional que hubiera sido y pese a su gran inteligencia, resultó siendo una persona del común”.

Polémico en muchos momentos, Vallejo ha criticado a los presidentes colombianos y mexicanos, así­ como a intelectuales, escritores, burócratas… La iglesia católica, los gobiernos populistas, los dictadores y los que nos respetan la vida animal y vegetal son objeto de sus crí­ticas:
“Me hago responsable de mis frases siempre y cuando no me las cambien ni me las saquen de contexto”.