El Hotel-refugio de deportados


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«No, no soy un buen hijo: un buen hijo es el que se queda para cuidar a su madre siempre. No la deja, como yo, enferma. Sólo le pido a Dios que me dé tiempo de verla cuando regrese a El Triunfo (Tabasco)», dijo Marcelo Castán.

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Por OMAR MILLAN MEXICALI / Agencia AP

Sus ojos brillaban en el largo pasillo del viejo hotel Centenario, una posada sin puertas ni ventanas en el distrito Centro de Mexicali, a una cuadra de la garita internacional de Caléxico, que fue bautizado como el Hotel Migrante en enero de 2010, cuando una organización de ayuda a los migrantes tomó la administración del inmueble.

La desolación que transmití­a Castán, de 30 años, parecí­a acorde con el ambiente del destartalado refugio, que no tiene muebles ni adornos y desde cuyo segundo piso se alcanza a ver el muro fronterizo y algunos policí­as de la Patrulla Fronteriza vigilando.

El «hotel», no obstante, se encuentra a pasos de la frontera y ofrece refugio a migrantes que deambulan confundidos por la ciudad, sin saber qué hacer de sus vidas, tras ser repatriados de Estados Unidos.

En Mexicali ya habí­a albergues para deportados y algunas iglesias los apoyaban con desayunos. Pero lo que hace especial al Hotel Migrante es su cercaní­a a la frontera, pues estas casas estaban alejadas de la garita, tienen cupos limitados y horarios fijos. Algunos migrantes llegaban durante la noche y no sabí­an a dónde ir.

Su proximidad al módulo de repatriación es ideal pues los deportados prácticamente se topan con el edificio.

Particularmente, el «hotel» ofrece refugio a migrantes desamparados, generalmente no mexicanos, que son blanco de secuestros y asesinatos en el norte del paí­s por parte de bandas de delincuentes.

La Procuradurí­a General de la República tiene registrados entre 2010 y 2011 al menos 217 asesinatos de migrantes en el norteño estado de Tamaulipas, cuyos cadáveres fueron encontrados en fosas clandestinas, incluidos 72 que provení­an de Centro y Sudamérica hallados hace un año.

íngeles sin Fronteras, una agrupación estadounidense que defiende los derechos de los migrantes, dice que el Hotel Migrante surgió cuando observaron cómo las autoridades locales de Mexicali desplazaban a los repatriados de la frontera internacional para que no dieran mal aspecto.

Según Mónica Oropeza, directora del Albergue del Desierto para Migrantes, las autoridades policí­acas de Mexicali culpan a menudo a los migrantes de la inseguridad que existe en esa ciudad y con ello crean un ambiente hostil hacia los repatriados.

«La policí­a municipal es la más temida por los migrantes, que comentan que seguido los extorsionan», dijo Oropeza, quien da comida, refugio y asesorí­a legal a 100 migrantes adultos cada dí­a y a unos 100 menores de edad cada mes.

The Associated Press trató de entrevistar a funcionarios de la Dirección de Seguridad Pública de Mexicali. Sin embargo, tras una veintena de llamadas a su departamento de comunicación no fue posible concertar una entrevista.

«Otro de los temores de los migrantes es el robo que están sufriendo por bandas de delincuentes», expresó Oropeza. «Además de secuestros, sobre todo de los que son traí­dos de Arizona y que intentan cruzar por la parte de Sonora».

En 2009, el Hotel Centenario ya no funcionaba y algunos adictos lo utilizaban para venta y consumo de droga, según Olga Ontiveros, coordinadora del albergue.

íngeles sin Fronteras hizo un convenio en virtud del cual el antiguo hotel comenzó a funcionar como refugio para migrantes las 24 horas del dí­a, ofreciendo dos comidas diarias, espacios para dormir y bañarse, explicó Ontiveros.

Pero hasta la fecha no han podido reconectar el servicio de luz del lugar por el elevado costo. Ontiveroso dijo que su organización no tiene los 50.000 pesos (poco más de 4.000 dólares) que costarí­a hacerlo y que a duras penas pueden pagar el alquiler con la ayuda que reciben.

íngeles sin Fronteras paga 11.100 pesos (unos mil dólares) de renta cada mes a un empresario de Mexicali.

Desde la oficina que fue la recepción del refugio, Ontiveros dice que a pesar de su aspecto destartalado, el edificio está en buenas condiciones y las autoridades municipales han dado su aval para su operación.

El Hotel Migrante da refugio por tres dí­as al menos a 160 repatriados cada semana, aunque durante el pasado invierno, que registró temperaturas de hasta cinco grados centí­grados bajo cero (23 Fahrenheit), hubo semanas que tuvieron hasta 300 refugiados, dijo Ontiveros.

El 90% de ellos, señaló Ontiveros, quiere regresar a Estados Unidos.

Fanny Velázquez, una hondureña de 27 años, dijo que conoce bien los peligros que tiene un migrante para intentar cruzar ilegalmente la frontera, pues desde hace cuatro trata de hacerlo.

Dice que fue secuestrada, abusada y maltratada. Ha dormido en la calle y dice que ha tenido que evitar a policí­as extorsionadores y delincuentes que suben al ferrocarril de carga que parte de Arriaga, Chiapas, con destino al norte de México.

Velázquez no quiere dar detalles de lo que ha vivido, sólo generaliza porque «no quiero hablar mal de los mexicanos». Pero dice que así­ como algunos le han hecho mal, muchas personas más le han dado cobijo y comida.

Intentó cuatro veces cruzar la frontera por Sonora, sin éxito. Fue detenida y deportada. En mayo pasado llegó a Mexicali porque le dijeron que por aquí­ serí­a más fácil el cruce.

En el Hotel Migrante hace la limpieza, cocina y también pide donaciones como voluntaria. Tiene buen humor y se rí­e cuando aprende un término mexicano.

Horacio Gaucini, un zacatecano de 20 años, deambulaba por los pasillos buscando un área fresca para recostarse un dí­a de julio en el que media docena de personas que habí­an llegado durante la madrugada intentaban dormir tiradas en el suelo, mientras el calor de 42 grados centí­grados (107 Fahrenheit) sofocaba los 50 cuartos.

Repetí­a que tení­a sueño y le dolí­a la cabeza. Dijo que trabajó sin papeles en una lecherí­a de Nuevo México durante los últimos tres años.

Castán bromeó con él y luego lloró al recordar que su madre sufrí­a un cáncer de matriz y no habí­a podido ir a verla.

Relató que en mayo pasado fue repatriado tras ser detenido por no contar con documentos durante un operativo policí­aco en El Valle, Texas, donde trabajaba en un taller de hojalaterí­a desde hací­a seis años.

Trataba de ahorrar algún dinero quedándose con un porcentaje de las donaciones que pedí­a en la garita internacional como voluntario del refugio, aunque no sabí­a si usarí­a lo que reuniese para volver a Tabasco o regresarse al «otro lado».

La oficina del Grupo Beta, una unidad especial para el rescate y protección de los migrantes del Instituto Nacional de Migración, reportó 93 rescates de migrantes por Mexicali en 2010. Sólo de enero a junio de este año llevaban 65 rescates y aún no se registraba la temporada de mayor flujo de migrantes, que sucede entre julio y septiembre.

Afuera del Hotel Migrante hay coyotes casi todo el dí­a buscando personas para llevar ilegalmente a Estados Unidos. Ontiveros dijo que algunos incluso se han llegado a infiltrar en el albergue luego de llegar con su hoja de deportación, pero que habí­an sido descubiertos y expulsados cuando trataban de conseguir clientes.

Los coyotes están cobrando en Mexicali entre 3.000 dólares –por encaminar a los migrantes hasta supuestas zonas seguras del desierto– y 4.800 dólares por «un cruce seguro», de acuerdo con Ontiveros.

Se trata de una suma muy difí­cil de reunir que hace que muchos migrantes se queden varados. No saben si volver a sus pueblos o tratar de trabajar en las ciudades fronterizas donde los deportaron.

Braulio Cruz, un veracruzano de 49 años, llegó en febrero pasado al refugio y desde entonces trata de ahorrar dinero para el cruce.

Trabaja en el albergue haciendo limpieza y pide donaciones, como Castán, cerca de la garita de Caléxico: las tres cuartas partes de lo que recolecta son para comprar comida para el refugio y el resto es para él, según acordó con los administradores del lugar.

Cruz dijo que era jardinero en Phoenix, Arizona, desde 1999. Fue detenido cuando iba conduciendo sin licencia.

«A veces me despierto en la madrugada en el hotel, todo está muy oscuro y se escuchan las sirenas de las ambulancias. Me miro como si no fuera yo, como si fuera otro, un fantasma o no sé qué. Me salgo al pasillo porque necesito aire y veo a todos tirados en el suelo, dormidos. Me pregunto por qué me pasó esto a mí­. Ha sido un trauma muy grande para mí­ este cambio», dijo Cruz.

Los migrantes repatriados por Mexicali se quedan en esta ciudad entre una semana y tres meses, señalan directores de casas de migrantes entrevistados.

Norberto Cerda, nacido hace 38 años en Guanajuato y repatriado en el 2009 luego de trabajar durante 16 años sin papeles en la construcción en el sur de California, dijo que llegó al refugio en febrero pasado. Después de cuatro meses, estaba cansado del trabajo fí­sico, las altas temperaturas y la agobiante atmósfera triste y oscura del lugar.

Relató que pensaba mucho en su hijo de 8 años, que se quedó al cuidado de sus suegros cerca de Temécula, California. Sueña con regresar allí­.

«Todos los dí­as, ahí­ en la banqueta del hotel, hay tiradores que te quieren vender droga y es muy fácil engancharte. Es más peligrosa la droga que el desierto para el migrante», dijo.

«La policí­a municipal es la más temida por los migrantes, que comentan que seguido los extorsionan».
Mónica Oropeza
Albergue del Desierto para Migrantes