Practicando Democracia Degenerada


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Decí­a Aristóteles que los tres sistemas de gobierno son: la monarquí­a, la aristocracia y la democracia; al profundizar sobre esos tres sistemas y cómo podrí­an deformarse los mismos, el filósofo griego afirmó que la monarquí­a podrí­a degenerar en tiraní­a, la aristocracia en oligarquí­a y la democracia en demagogia. A menos de diez dí­as de los comicios generales en Guatemala, nos encontramos, como en muchas otras elecciones anteriores, practicando democracia degenerada, es decir demagogia.

Juan Antonio Mazariegos G

 


La demagogia, según unos, el uso de falsas promesas para conseguir el favor del pueblo y que para otros llegó a ser considerado un arte, en el cual, el demagogo era aquel que tení­a grandes virtudes y habilidades para manejar muchedumbres,   se da en nuestra realidad de muchas formas, en  calidad y cantidad. La percibimos cuando ha copado nuestra vida y llena nuestros sentidos a través de metros y metros de vallas de candidatos sonrientes y pulcros a puro fotoshop, horas y horas de espacios en radios y estaciones de televisión, transmitiendo gente bailando, compitiendo por tener la mejor canción y coreografí­a; y en  páginas y páginas de propaganda en los diarios del paí­s. Preocupa el hecho de que el Tribunal Supremo Electoral  haya denunciado que ya para el 15 de julio pasado el Partido Patriota habí­a sobrepasado el techo de gastos de campaña en más de 10 millones (el techo fue fijado en 48,5 millones de quetzales por la campaña, como máximo para cada partido) y que seguramente Libertad Democrática Renovada (Lider) y la alianza conformada por la Unidad Nacional de la Esperanza y la Gran Alianza Nacional (UNE– Gana) lo sobrepasarí­an en agosto. Sin embargo, preocupa más aún la ausencia de propuestas coherentes, enfrascados en propuestas imposibles de cumplir (basta ver lo del bono 15) y dejando de lado la posibilidad de tener una discusión seria en un paí­s como el nuestro, con tantos temas pendientes, nos arriesgamos al desencanto generalizado con la elección y el ejercicio democrático por el contagio que provoca esa serie de propuestas alejadas de la realidad. Y es que el desencanto de la gente hacia los candidatos y sus propuestas tiene como efecto que el voto pensante se aleje de las urnas y permita que los destinos del paí­s queden en manos de aquellos votantes menos informados que son plegables a las ofertas que les dicen, simplemente aquello que quieren escuchar.

    En este escenario, surge el fenómeno del menos peor, aquel candidato que por falta de presupuesto o exhibición resulta ser más confiable y nos vemos necesitados en buscar en su pasado, en su hoja de vida  y no en su propuesta actual, aquellos indicios que nos indiquen que es el candidato correcto y por quien debemos votar. No he tenido la oportunidad de vivir procesos electorales en otras latitudes y me inclino a pensar que la polí­tica criolla, la de esta casa, no dista mucho de la de otras realidades, en donde tendrán también sus demagogos, sin embargo, es aquí­ en donde sé que necesitamos propuestas inteligentes, no demagógicas y sí­ coherentes.