Una de las características que más definen esta campaña electoral, luego de su carácter desmedido, es el aumento de rostros jóvenes en varias de las listas de candidatos al Congreso. Este fenómeno despertó algunas suspicacias; por un lado, se duda si la falta de experiencia de los “dipukids†les permitirá tener un buen desempeño en el caso de ser electos y, por el otro, se cuestiona el verdadero interés que hay detrás de los partidos para promover sus candidaturas.
Sobre la experiencia hay que tener en cuenta que no hay otra forma de adquirirla, que sobre la práctica. Luego, que ésta es un valor cuando se acompaña del buen desempeño, lo cual rara vez se considera al repartir candidaturas en los partidos políticos guatemaltecos. Finalmente, que los más experimentados no han logrado superar una serie de vicios que impiden trascender hacia un sistema funcional, por lo que es justo pensar en el relevo.
Pero, ciertamente, no se trata de dar por hecho que la sola participación de jóvenes trae consigo cambios cualitativos en el sistema. Hay varios elementos que hay que tener en cuenta: desde las posibilidades reales que tienen estos de alcanzar puestos de poder, pasando por la legitimidad de su militancia y postulación, hasta la voluntad y capacidad real por transformar la cultura política que nos mantiene en el atolladero.
Sobre las razones de los partidos, el auge de estas candidaturas pareciera ser la respuesta político-mercadológica al movimiento originado a partir del escándalo Rosenberg. Luego de sofocarse la llamarada de tusa, los “camisas blancas†se disgregaron en varias organizaciones, cuyos liderazgos han consolidado su presencia en la escena pública. Una de las constantes es el fuerte apoyo financiero y cobertura mediática con que han contado. Aprovechando el impulso, algunos dieron el salto hacia la política. Otros estarán esperando la mejor oportunidad, pero esa parece ser la tirada.
Es importante tener en cuenta que los jóvenes llevan mucho tiempo de estarse moviendo en Guatemala. Así, existen organizaciones artísticas, de derechos humanos, memoria histórica, educación sexual, prevención de violencia, entre otras, que actúan día a día en el terreno, ofreciendo a muchos jóvenes la oportunidad de elegir su vida y vivirla; y lo hacen sin contar con el apoyo y el reconocimiento de la sociedad y el Estado guatemalteco.
Es ingenuo esperar que los noveles políticos logren profundas transformaciones. Por más ganas que tengan, una golondrina no hace verano. Aunque en un país de población joven, su participación marcará una tendencia que difícilmente dará marcha atrás. De esa cuenta, lo que sí debemos esperar es su compromiso por abrir los canales de la política a la voz de los cientos y miles de jóvenes valiosos que hay en Guatemala y que no han encontrado ese espacio. En ese sentido, la Comisión de Jóvenes del Foro Permanente de Partidos Políticos ha impulsado una plataforma virtual en tenemoselpoder.com, que pretende consolidar un espacio de información e interacción para ampliar y mejorar la participación de estos jóvenes que, sin duda, presentan perspectivas de cambio y esperanza.
*Asesor de la Comisión de Jóvenes del FPPP