A la derecha del conservador Nicolas Sarkozy y a la izquierda de la socialista Ségolí¨ne Royal late una idea de Francia revolucionaria u obsoleta, nauseabunda para unos y utópica para otros, un proyecto de país de candidatos minoritarios que desean tener voz y sobre todo votos en las presidenciales de abril.
A la izquierda de la izquierda, cinco candidatos se disputan los votos de un sector de la población que no oculta su decepción hacia las propuestas socialistas, que consideran demasiado dóciles o conformes al sistema, y apuestan por un país antiliberal, abierto, más solidario y multicultural.
Después de defender unidos el «no» en el referéndum sobre la Constitución europea en 2005, la izquierda radical francesa no logró mantener este frente único y presentar una sola candidatura en 2007.
Así, a las urnas acudirán el próximo 22 de abril la comunista Marie-George Buffet, los troskistas Arlette Laguiller y Olivier Besancenot, un alcalde apoyado por el Partido de los Trabajadores (PT), Gerard Shivardi, y el militante antiglobalización, José Bové.
Pese a que entre ellos hay personalidades muy populares como Laguiller o Besancenot, todos juntos no superan el 10% en intenciones de votos y pese a ello se niegan a pactar con los socialistas porque sería «traicionar» a la izquierda. En 2002, los cuatro candidatos de la izquierda radical sumaron un total de 14% votos.
Según los politólogos, al elector medio le resulta difícil diferenciar claramente las propuestas de esta izquierda dividida. «La multiplicación de candidatos resta dinamismo a esta tendencia política», explica Brice Teinturier, director del instituto Sofres.
Además, los expertos consideran que la idea de Francia que representa esta izquierda radical plural, única en Europa, tuvo éxito en épocas pasadas, pero hoy en día se encuentra algo pasada de moda.
En el caso de los comunistas, su «extinción progresiva» es flagrante y el partido pasó de un 20,5% de los votos en 1969 a un desastroso 3,34% en 2002.
En 2007, esta izquierda podría verse además castigada por el «voto útil». Es decir, los franceses se lo pensarán dos veces antes de apoyar a candidatos minoritarios después del traumatismo provocado el 21 de abril de 2002 cuando el voto disperso de la izquierda provocó la eliminación del socialista Lionel Jospin y el paso a la segunda vuelta del líder de la ultraderecha, Jean Marie Le Pen.
Este político experimentado, presidente del Frente Nacional (FN) se sitúa a la derecha del candidato conservador Nicolas Sarkozy, del partido UMP (en el poder).
Entre Sarkozy y Le Pen, con un 2% de las intenciones de voto, intenta hacerse un hueco Philippe de Villiers, un candidato antieuropeo y patriota según sus propias palabras.
Este candidato de derecha radical alerta sobre la islamización de la sociedad, predica la inmigración cero, un referéndum sobre el euro, el servicio militar patriota obligatorio y el restablecimiento de la autoridad del Estado.
Según los sondeos, con la pesadilla de 2002 todavía presente, los franceses parecen dispuestos a dar pocas oportunidades a Le Pen en 2007, cuyo programa, basado en un nacionalismo extremo y en una disuasión de la inmigración, sólo conquistaría a entre un 13 o 14% de los electores en este momento.
Está claro que Le Pen ya no es la tercera fuerza política en Francia, un puesto que ahora ocupa Franí§ois Bayrou, presidente del partido de centro UDF, con más del 20% de las intenciones de voto, por detrás de Sarkozy y Royal.
Y para colmo, algunas de las propuestas de Sarkozy sobre la inmigración y la identidad nacional rozan también las ideas de la ultraderecha y podrían restar votos a Le Pen.
Sin embargo, la prudencia reina a la hora de hacer pronósticos sobre el FN ya que casi la mitad de los ciudadanos todavía no decidió a quién apoyar el 22 de abril y el voto de los franceses, angustiados por el desempleo y recelosos ante la inmigración o el proyecto europeo, parece más volátil que nunca en estas presidenciales.
Alrededor de 44,5 millones de franceses podrán votar el próximo 22 de abril en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, lo cual significa un aumento considerable con respecto a los inscritos en 2002, que eran 41,1 millones, informó hoy el ministerio de Interior.
En total, hay 43.973.024 electores apuntados en las listas comunales y 535 mil franceses inscritos en consulados en el exterior del país.
Según el ministerio de Interior, el aumento del número de electores es «significativo» aunque comprensible, debido a la importancia de la elección presidencial.
El aumento del número de electores inscritos es notable en París y sus barrios periféricos. Sólo en la capital francesa el incremento llega al 9,6% y en el departamento de Seine-Saint Denis, escenario de una violenta revuelta urbana en 2005, supera el 8,5%.
En este suburbio hubo una intensa campaña de organizaciones sociales para hacer entender a jóvenes marginados, a menudo descendientes de inmigrantes, la importancia de ir a votar.