La pregunta de rigor se ubica en la punta de la lengua. Respecto a que si alguna vez recobraremos el perfil honroso poblacional, en términos sociológicos, ostentado durante luengos años. La característica situacional imperante refleja pronto la respuesta dubitativa, capaz de un alejamiento a ojos vista; ni siquiera indicios a propósito.
En efecto, nos preguntamos si podremos conseguirlo a mediano o largo plazo, pero hay un chitón disuasivo. Es decir, recuperar la posición de buenas gentes, calificativo de personas de bien, la mejor tarjeta de presentación. Herencia legítima que nos legaron nuestros ancestros, ausente hoy en día del colectivo nacional. Pérdida dañina y lamentable.
Día a día existe testimonio del aluvión indetenible de asuntos adversos que tienen protagonismo directo y nos orillan hacia el colapso. En forma de cadena se apoderan los malos del ambiente, de suyo proclive al hundimiento total. Dan golpes tipo calamidades con hondura hasta las raíces y borran de súbito cualquier intento de naturaleza benigna.
El aspecto humano representa ser elemento básico, en condición de recurrente deterioro, sin señales de rectificación que su rumbo así lo ratifica a cada paso, equivalente a renglones torcidos dentro del panorama oscuro. Una fuga envolvente da cuenta de la pérdida enorme de valores morales y éticos, punto de partida del cambio tremendo que sale a luz.
Dicho faltante asombroso es responsable, causante mejor expresado de la debacle en el escenario, donde cada persona pone su cuota muy lesiva. Los malos ejemplos gozan al instante de legiones de seguidores, en concepto de negarse a ceder al menos un ápice en esa posición ruinosa.
Factores desafortunados, léase trasculturación evidente, influyen en demasía a borrar o extinguir el perfil del guatemalteco antañón. De índole exógena transforman –puntualizo– desfiguran la estampa del connacional de años y años atrás. Hubo firme voluntad en aquel entonces y decisión tras buena disposición, pero ganó al final lo advenedizo y errático.
Desde la cúpula gubernamental palpamos el hecho de no figurar ningún plan o proyecto sobre este tema frontal. Cuando se le dé importancia y asuman su trascendencia, prioridad uno, podremos creer que los pasos iniciales al respecto serán el ansiado banderazo de salida venturoso.
En tanto la clase política posesionada de un todo, viene a constituir el vertedero de actitudes reprobables, fuente segura de condiciones marrulleras a todo vapor. Conforman el causal directo de la deformación personal. Cuando reflexionemos, recapacitemos y todos vuelvan por sus fueros, entonces abrirán las puertas de par en par, con aspiraciones a granel.
En los padres de familia y maestros se cifran esperanzas de iniciar la vuelta a ser como antes la niñez, adolescencia y juventud. Urge sobremanera reorientar aspectos pedagógicos y metodológicos, dirigidos a tan esperada tarea. Consistente en ser sencillos, honestos y responsables; trabajadores unidos en sentimientos, también aspiraciones.
Será factible este asunto primordial de volver a ser como antes si la población desiste de la recurrencia manifiesta, generadora de la polarización a su vez promocionadora de caer en enfrentamientos. La unión granítica dará paso a la auténtica solidaridad que exige el país, vilipendiado a montones y además raíz profunda proclive a enemistad y odio.
Cuando los poderes fácticos abandonen su accionar ilícito, dispuestos a crear zozobra, incertidumbre y maldad, entonces podremos cantar victoria. Esto significa pedirle peras al olmo; sin embargo, eso en sus interioridades brotará una luz que guíe sus pasos por la senda del bien, las cosas tendrán una nueva imagen, etapa e hito histórico sin igual.