Finalizando con la música sacra de este gran compositor alemán diremos, en primer lugar que está música es tan sutil como Casiopea, esposa de lucero, que en su alma de puntillas todo el vibrar sonoro de los mares ancestrales y en sus calles de lirio se deslizan mis alas grises Veamos, pues en detalle esta joya musical que es la Misa Número 2: Kyrie
Del Collegium Musicum de Caracas. Venezuela
Surge del silencio una voz que parece llegar del fondo de los siglos, una clara evocación al mundo polifónico de Palestrina y Victoria forman la trama de las voces que, desde la desolación y el dolor suben hasta casi la rebeldía culminación que deja paso a una confiada nostalgia difuminada hasta el silencio. Es oportuno decir que sobre este motivo final del Kyrie vuelve Bruckner en su gran Te Deum, escrito en Viena varios años después y que vimos en la primera parte de esta columna pero abre las palabras In Aeternum, de donde se infiere que la eternidad y el perdón tenían en el compositor una expresiva y misteriosa identidad
Gloria
A las palabras del oficiante (rito tridentino), responde una suave lejanía angélica que cobra vida y movimiento El texto brillante del Gloria es multiplicado en polícroma exultación, y gracias a la riqueza contrapuntística parece como si vinieran de todas partes las voces que proclaman loas al Creador, culminando en un formidable contrapunto fugado sobre la palabra Amén, cuya factura no solo da fe de la total maestría del autor, sino que su modernísima concepción prefigura -con ventaja- la música de medio siglo posterior.
Credo
Escrito en compás ternario, irrumpe en poderoso unísono que es todo afirmación y que estalla en sorpresivas armonías Talvez el movimiento más poderoso de toda la Misa es, en todo caso, el más en contrastes, el de más geniales claroscuros, siempre realizados con ausencia total del efecto por el efecto mismo. A la primera parte, potente y afirmativa se sucede el recogido Et incarnatus est, que repite para mejor descender a las sombras, convocadas en las graves palabras Et homo factus est, que los bajos sentencian sobre la última nota más baja posible del coro Surge la magia de la atmósfera del Monte de los Olivos y. sobre el contrarritmo de dramática figura en los fagotes, brota la subyugante belleza del Crucifixus, sombras dolientes que extienden el arco perfecto y vasto de un canto en el que es posible percibir el paso del tiempo.
Esta fase, digna de ser contada entre los más grandes monumentos del Arte y que talvez solo tiene recóndito paralelo espiritual en las pinturas negras de Goya, hace mucho que llamó la atención a distintos analistas que. desde diversos ángulos, han destacado su importancia
Tres mansos acordes de trombones (¿tres días en el remo de la muerte?) rubrican el tenebroso episodio cuando un temblor primordial, apenas esbozados por las maderas, da paso al Est Resurrexit!, cuyas características específicas de sobriedad, economía y tremenda expresividad la colocan en singularísimo lugar dentro del género.
El Credo finaliza retomando al tema inicial y su culminación del auténtico clasicismo de nuestro compositor.
Sanctus
El coro a ocho voces, subdividido, es decir, a dieciséis voces reales, empieza a entonar una muy sencilla melodía que parte desde el pianissimo y a la que constantemente se van añadiendo nuevas voces, en progresivo doble crescendo -cada vez más voces, y siempre en crescendo- hasta que todas confluyen en un mismo enérgico acorde sobre las palabras Dominus Deus, Sabaoth. El resultado es que se tiene la sensación de asistir a la visión de un Miguel íngel, en la que una multitud celestial en eterna actividad dijera -y sigue diciendo-Sanctus, Sanctus, Sanctus…
Benedictus
En toda la obra de Bruckner no es posible encontrar una mejor poesía que la lograda en este momento de su segunda misa. Intimidad, infinita delicadeza, suavísimos tonos que más que decir, sugieren, finísimos dibujos de oboes y clarinetes, melodías que bien pueden venir del pasado remoto o expresar al hombre surcador del espacio, configuran esta verdadera sublimación del Lied.
Agnus Dei
La parte más cósmica de la obra es su final Agnun Dei, qui tollis pecata Mundi, dice el texto: para nombrar al Cordero, el descarnado unísono basta. Unísono que continua hasta que la armonía del acorde se derrama sobre la palabra Mundi, cual si quisiera cubrirlo con un gesto de amor que no deje olvidado a nadie ni a nada. Fiel al texto, tres veces impreca, para concluir con el Dona Nobis Pacem, en el que las maderas y las voces urden una trama de creciente y luminosa paz.
El análisis de las otras Misas y obras sacras de Antón Bruckner, las dejaremos para otra oportunidad.
Las notas anteriores las basamos en los estudios de Romand Rolland, H Hí¶weller y Eduardo Storni, nuestros propios conocimientos al respecto y la guía ilustrada de mi padre amado. Maestro Celso Lara Calacan (q.e.p.d.), quien en su tiempo de Organista Mayor y Maestro de Capilla de la S.I. Catedral de Guatemala, trabajó mucho la obra del grande organista de Dios.