Concertada ofensiva contra el voto nulo


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En polí­tica hay que presupuestar tanto coincidencias como discrepancias formales o de fondo. Unas y otras hay que tenerlas en cuenta y considerar en lo teórico y en lo práctico, pues han de servir para articular una polí­tica de unidad y alianzas, ubicar e identificar al adversario principal a derrotar, al que hay que debilitar y aislar, y a quién o a quiénes acercarse y ganar para la lucha social y popular, democrática y progresista, amplia y unitaria, incluyente y participativa. Las discrepancias en lo fundamental, marcan la diferencia.

RICARDO ROSALES ROMíN /Carlos Gonzáles/
ocmarroq@lahora.com.gt

 


Quienes están enterados de lo que opino respecto al significado e importancia que en las actuales condiciones tiene la anulación del voto y conocen mi posición, podrán advertir la diferencia de fondo que existe con quienes lo ven desde lo meramente electorero y, en consecuencia, no se ocupan de lo principal, de lo sustantivo de la cuestión y que tiene que ver con el sistema polí­tico, de votaciones y partidos.
Ninguna discrepancia tengo con el Frente Popular, FP, en cuanto a la caracterización que, en su llamamiento al voto nulo del 11 de agosto, hace del sistema electoral y de partidos y la situación y condiciones en que habrán de tener lugar las votaciones de septiembre. Difiero en lo que se refiere a que si se da una segunda vuelta lo que procede es la abstención. Abstenerse en una segunda vuelta no es lo que procede. Lo que procede es anular el voto tanto en la primera como en la segunda vuelta. Ello asegura que, quien resulte más votado, lo sea con el rechazo consciente de quienes, en las urnas, anulen su voto.

Vistas las cosas desde esta óptica, no es de extrañar que en la mayorí­a de medios de comunicación del paí­s se dé un exagerado espacio a editoriales, columnistas, expertos, analistas, politólogos, consultores, académicos y juristas que consideran que el voto nulo no elige, es un desperdicio, una irresponsabilidad y falta de seriedad del votante.

Una posición así­ es cuestionable. Como al momento del conteo de las papeletas, sólo cuentan los votos válidos, resulta que no se da validez a los votos que se emiten en blanco y a los que el votante anula o se anulan porque en la papeleta exista algún error o no está claro a favor de quien lo quiso hacer el sufragante. Tampoco cuenta quienes se abstienen. En consecuencia –y esto es lo que hay que rescatar y por eso lo repito e insisto–, quien así­ resulta “electo” lo es por una minorí­a y, lo más importante, sin el acuerdo de quien decidió anular su voto, votó en blanco y quienes se abstuvieron.

Desde la “izquierda” hay, también, quienes movidos por un excesivo inmediatismo, ven el árbol pero no ven el bosque. Por ello y nada más que por ello sostienen que anular el voto favorece a quien la mayorí­a de medios de comunicación dan por seguro que tomará posesión del más alto cargo gubernamental del paí­s el 14 de enero. Queriéndolo o sin quererlo, avalan el sistema polí­tico y de votaciones y partidos y no tienen en cuenta ni aceptan que no hay otra candidatura que pueda evitarlo y si, así­ fuera, serí­a más de lo mismo.

Suficientemente demostrado está que el sistema polí­tico y de votaciones y partidos a quien favorece, beneficia y conviene mantener es a la extrema derecha, a la derecha y a la despolitizada y desideologizada centro izquierda, a los liberales y neoliberales, a las élites patronales, a los grandes finqueros y terratenientes, a las corporaciones comerciales y bancarias, a los poderes fácticos y paralelos, y a los financistas de presidenciables, de candidatos a diputados y de autoridades locales.
También interesa mantenerlo al imperio estadounidense, a las transnacionales del comercio y el libre mercado, al capital bancario y financiero internacional y a los grandes inversionistas extranjeros.

Esto es lo que explica –más no justifica– la mediática y concertada ofensiva contra la anulación del voto, el voto en blanco y la abstención emprendida por la mayorí­a de medios de comunicación del paí­s.

Asumo y tengo en cuenta que votar nulo o votar en blanco o abstenerse, es para este momento una manifestación de voluntarismo entendido como una decisión consciente, contestataria, no concertada previamente ni previamente organizada.

En todo caso, dejará de serlo a partir de que, alrededor del voto nulo, el voto en blanco y la abstención, se sienten las bases orgánicas y polí­ticas, ideológicas y programáticas y de dirección unitaria y democrática, participativa e incluyente, de la alternativa real, amplia y unitaria, al sistema polí­tico y gubernamental que mediante la violencia organizada se instauró en nuestro paí­s a raí­z de la intervención extranjera de 1954 y que, a través de otros medios y otras formas, se reproduce, mantiene, y prolonga hasta hoy. http://ricardorosalesroman.blogspot.com/