Es inútil tratar de abstraerse de lo que ocurre en Guatemala en este período eleccionario, no podemos cerrar los ojos, desenchufarnos y fingir que no sucede nada. Ni el más aplicado ataráxico, un devoto estoico, podría haber alcanzado la virtud en estos días. Los anuncios florecen por debajo de la tierra y sin que uno quiera se siente atrapado.
Pues bien, dada la tragedia que se presenta: la incapacidad de librarse de esa imposición horrorosa de las elecciones (anuncios aquí, propaganda allá), debemos buscar al menos alguna moraleja a los malos tiempos y rescatar lecciones, aprender de la adversidad. Propongo algunos temas que pueden servir para la reflexión extraídos del desastre político que vivimos en nuestros días.
Tema número uno: aprenda a no mentir. Jamás intente imitar a los políticos que sin importar los medios acuden a las mentiras más sin gracia que se pueden escuchar: bono 15, idas al mundial, continuidad de las transferencias condicionadas, mano dura, pena de muerte y un etcétera lastimero. Debemos recorrer la senda opuesta de los politicastros que nos circundan e inundan. No mienta, no tiene por qué, la honestidad es más beneficiosa que el dolo.
Punto segundo: insista en rodearse de amigos honestos. Los políticos venden el alma al diablo para conseguir sus fines, se asocian con sujetos de dudosa reputación y financian las campañas con capital mal habido. Usted (nosotros) no sea igual, escoja a sus amigos y no incluya entre los selectos a gente que de manera sistemática prefieran el dinero a otras virtudes de valor. Con los políticos, como diría san Pablo, ni se siente en la mesa.
En tercer lugar, no ayude NUNCA a los políticos. Ayudarlos (votar por ellos) es seguirles el juego, bendecir el sistema, compartir la miseria moral que embarga sus corazones. Usted no es miserable, no tiene por qué sonreírles, saludarles ni darles abrazo. Sienta que se contamina y saldrá marcado con la señal de la bestia (el 666, le aparecerá al siguiente día al salir de la cama). Lo invito, en la medida de las posibilidades a apagar el radio, cambiar de canal y, cuando pueda, cerrar los ojos en la calle. Apague el canal político y trate de respirar aire puro.
No crea la publicidad que lo invite a ser mejor ciudadano (al modo de ellos) y provocando en usted sentimientos de culpa. Piense que la democracia tal y como se presenta hoy, es una patraña exquisita financiada por los mismos políticos –por el capital oscuro que se cuela por todas partes–. Saque el mejor provecho, eso sí, aún de los malos ejemplos.
El carácter pedagógico de las elecciones, debe ir por la vía negativa. Ser mejor, a partir de lo peor que presenta el medio.