Acuerdo entre Google y Motorola ejemplifica la guerra de patentes


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Cuando una compañí­a de internet desembolsa 12.500 millones de dólares para comprarle su colección de patentes a una empresa telefónica en apuros, es un indicio más de que en la industria de la alta tecnologí­a las patentes se han convertido en un mazo para vapulear a la competencia.

Por PETER SVENSSON NUEVA YORK / Agencia AP

Google Inc. anunció el lunes el acuerdo para la compra de Motorola Mobility Holdings Inc., especí­ficamente por su colección de 17 mil patentes. Google las necesita para defender a compañí­as como HTC Corp. y Samsung Electronics Co. -que fabrican teléfonos con el programa Android de Google- de demandas interpuestas por Microsoft Corp. y Apple Inc.

«Google no adquiere Motorola por su tecnologí­a ni su investigación», comentó James Bessen, disertante en la Universidad de Boston y coautor de un libro sobre el sistema de patentes. «Las patentes se han convertido en armas legales; ya no representan ideas».

La tendencia, desarrollada durante décadas, plantea cuestiones que la legislación sobre patentes pendiente en Washington apenas empieza a responder.

El desembolso multimillonario de Google para obtener las patentes de Motorola es la culminación de una «burbuja» en el valor de las patentes relativas a los teléfonos multiusos que comenzó el año pasado, cuando Microsoft y Apple montaron su ataque legal. Los observadores de la industria dicen que la burbuja podrí­a estallar ahora que Google conseguirá la protección de las patentes de Motorola en un acuerdo que debe completar a fines de este año o principios del próximo.

Pero un problema subyacente seguirá creciendo: el registro de patentes y la interposición de demandas que distraen a las compañí­as y desví­an recursos que serí­a más útil invertir de otro modo.

Los ingenieros se la pasan redactando patentes en vez de producir inventos, o reelaborando productos sólo para evitar la violación de patentes. Los clientes postergan sus compras debido a las demandas pendientes, y los productores independientes de programas de computación cierran porque no pueden costear las tarifas de las licencias.

«Si uno tiene que desembolsar 12.500 millones de dólares para participar, puede darse cuenta de por qué un individuo que tenga una gran idea puede sentirse desalentado», observó Julie Samuels, abogada de patentes en Electronic Frontier Foundation, un grupo de libertades civiles con orientación tecnológica. «Afecta toda la economí­a».