Guatemaltecos envueltos en la cultura de la violencia y el miedo


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El temor de ser una ví­ctima más de la violencia hace que los guatemaltecos se acostumbren a lidiar con la inseguridad de diferentes maneras. De esa forma surge la cultura de violencia y miedo, que se manifiesta con el aislamiento y separación de la sociedad, lo que podrí­a acercar a los guatemaltecos a un proceso de deshumanización.

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ARELI ALONZO
aalonzo@lahora.com.gt

Transcurrieron ocho años desde aquel dí­a trágico, en el que Melita perdió a su nieto a causa de la violencia, cuando el niño de ocho años ni siquiera entendí­a qué era lo que sucedí­a a su alrededor.
 
“Iba a cortarse el cabello, salió animado, silbando y con una gran sonrisa”.  Benito tení­a ocho años y no sabí­a que fuera de su casa iba a encontrarse a la muerte.
 
Un enfrentamiento entre pandillas rivales en medio de la calle desató una balacera, y el menor recibió el impacto de una bala perdida que le ocasionó una muerte instantánea.
 
“Aquí­ la zona cinco es catalogada como zona roja, pero ya llevamos mucho tiempo de vivir aquí­ y nunca imaginamos que eso pasarí­a”, dice la abuela.
 
Con lágrimas en los ojos y su rostro cansado, Melita llora y asegura que su corazón está “oscuro” por la ausencia de quien consideraba su hijo.
 
La abuela asegura que, aunque no ha superado el dolor, la violencia ya forma parte de su vida, pues en el contexto de inseguridad en que vive, tiene que lidiar con el temor de encontrar la muerte en cualquier momento.
 
Frente a la expansión de la inseguridad, vecinos de la zona cinco capitalina y otras áreas han organizado comités vecinales de seguridad, instalado garitas de seguridad y contratado custodios privados.
 
La fuerte inversión en seguridad, sin embargo, no puede calmar su intranquilidad, pues el miedo está latente en cualquier lugar, mientras que los í­ndices de violencia no muestran una marcada baja, a pesar de los esfuerzos para reducirla.
 
“La violencia ha sido un acompañante nuestro, casi siempre”, así­ se refiere Marco Antonio Garavito, director de la Liga de Higiene Mental, ante el incremento y la expansión de ese problema. 
 
Lo grave de la situación de inseguridad, refiere Garavito, es que ésta tiene un impacto en la vida de las personas desde distintos puntos de vista, incluyendo el ámbito económico –como el más notable–, pero también en aspectos más profundos e importantes, como el ámbito psicológico y humano de las personas.
 
“La violencia es un fenómeno que genera traumas emocionales. Es decir, quien sufre la violencia enfrenta un proceso traumático. La violencia produce heridas, y esas heridas generan sufrimiento en la gente, bien sea porque haya de por medio una violencia fí­sica, que genera este trauma, o las heridas de carácter emocional que son las más dañinas, porque son de más largo proceso”, dice el experto.
 
“Sin embargo, la violencia en el ámbito emocional tiene un efecto retardado de largo plazo, que generalmente va a afectar a otras personas más allá de la directamente violentada”, agrega.
 
Para Garavito, uno de los daños más intensos y poco percibidos de la violencia es que “los ciudadanos nos hemos acostumbrado a ella, en ese sentido se ha producido un fenómeno de deshumanización entre nosotros, que afecta la salud mental”, lo que implica tolerar, aceptar y entender la situación como una cultura de miedo.
 
MIEDO
El informe Derecho a la Vida, de la Procuradurí­a de Derechos Humanos (PDH), da cuenta que entre enero y junio de 2011 se han registrado 2 mil 902 muertes violentas, y en 2010, en los primeros seis meses se registraron 2 mil 929 decesos por la misma causa.
 
Entre ellos cabe mencionar que de las muertes violentas, 340 corresponden al sexo femenino; mientras que 2 mil 652 fue en contra de hombres.
 
Las estadí­sticas que se presentan en el citado informe fueron elaboradas en la Dirección de Estudio, Análisis e Investigación de la Procuradurí­a de los Derechos Humanos, utilizando la base de datos del documento “Muerte violenta, lesionados y detenidos” de la Policí­a Nacional Civil. 
 
Para integrantes del Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), las violaciones a los derechos humanos continúan sin tener un control por parte de las autoridades. Tal como GAM lo ha señalado constantemente en sus informes, la saña y crueldad con que los crí­menes se cometen en la actualidad llegan a niveles graví­simos. 
 
La incursión del crimen organizado a las estructuras del paí­s ha empezado a dar sus frutos, según lo indicado por el GAM.
 
El aumento de la violencia se ha reflejado principalmente en las zonas 18, 7 y 12; y en los municipios de Villa Nueva y Mixco. 
 
Teresa Paz viuda de Castellanos es vicepresidenta del Comité de Vecinos de la colonia Jardines de Tikal I, ubicada en la zona 7 de la ciudad Capital.  
 
“Hace casi seis años nuestra familia fue ví­ctima de asalto. Somos cuatro. Nos dejaron amarrados y se llevaron muchas de las cosas de nuestra casa. Gracias a Dios no hubo daño fí­sico; le pegaron a un hijo en la cabeza, pero fue leve, pero quedó el daño emocional que le hacen a uno, esa agresión que se entren a su casa y que hagan lo que quieran, nos afectó grandemente. A la fecha yo soy una, que nada más está oscuro a mí­ ya no me gusta estar en la calle, me da mucho miedo ver a hombres armados, fue un 16 de agosto”, relata Paz.
 
Esta situación, entre otras similares, obligó a que varias familias se organizaran para cerrar la colonia. Ahora cuentan con portones con seguridad privada, en donde solo si una familia de la colonia lo autoriza, pueden ingresar personas ajenas. Además, hay portones peatonales a los cuales únicamente puede acceder el vecino con llaves proporcionadas por el Comité.
 
La delincuencia ha disminuido un poco, asegura doña Teresa, ya que siempre personas ajenas al vecindario logran entrar, y han comenzado a robar radios y baterí­as de vehí­culos. El único problema que ven, son los gastos en que se incurre para la colocación de portones y el pago a los agentes de seguridad privada. Alrededor de 90 familias están involucradas en el tema de seguridad.
 
En la colonia Kaminal Juyú I, zona 7, ciudad capital, una vecina indica que desde 2007 cerraron por los continuos asaltos en las viviendas y el robo de vehí­culos.   “Fuimos ví­ctimas en dos ocasiones de asalto dentro de la vivienda. El último en 2005, una paciente de mi esposo  vino de mañana con unos exámenes de su hija, cuando él abrió la puerta, la mujer junto a otros hombres ingresaron por la fuerza, se robaron varias cosas e hirieron a mi esposo.”  
 
De acuerdo con Garavito, una cultura de violencia y miedo se evidencia, “por ejemplo, cuando una vez a mí­ no me pase no importa si la demás gente anda sufriendo, si hay violencia, no me importa si hay traumas, media vez yo esté libre de eso, que pase lo que pase”.
 
El ejemplo más claro sobre la deshumanización “es toda esa tendencia de cerrar tres cuadras de una colonia, ponerle una garita y una talanquera. Nos hemos encerrado en 40 mil islas en esta ciudad con el supuesto que eso nos protege, y no es cierto, uno vive encerrado toda su vida dentro de esas tres cuadras, eso refleja cómo nos hemos ido distanciando los unos de los otros”.
 
ESTADO Dí‰BIL
 
Mario Mérida, analista polí­tico, explica que una de las razones principales para el cierre de colonias “es la incapacidad del Estado de proveer la seguridad pública y asegurar los bienes de los guatemaltecos”.
 
Es por ello que la primera reacción de los guatemaltecos va en tres direcciones: tramitar una licencia de portación de armas para defensa personal; acudir a una empresa de seguridad privada para contratar servicios –en la mayorí­a de colonias de clase media y clase media alta– y cerrar calles e invertir más dinero en luces exteriores.
 
Según indica Mérida, el efecto colateral es que al final de cuentas el Estado comienza a desentenderse de una obligación principal en virtud de que la gente satisface esa necesidad, pero eso tiene un costo por un lado, por otro lado, se está relevando al Estado de la responsabilidad de asegurar la vida y los bienes de los guatemaltecos; además de que prácticamente donde hay colonias cerradas ya la policí­a ni siquiera transita por esas áreas.
 
Carlos Vega Fernández, analista en seguridad y justicia de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asies), esta situación obedece ante el crecimiento de los í­ndices de violencia y en donde la Policí­a Nacional Civil (PNC) y el Estado debieran dar seguridad a las familias guatemaltecas. 
 
“Pero todo el mundo reconoce que la policí­a no funciona, entonces uno como ciudadano si hay delincuencia exagerada y la PNC no funciona, tiene que poner rejas, ya no salir de noche, contratar policí­a privada, por eso los elementos de las policí­as privadas de seguridad triplican el número que existe de agentes de la Policí­a Nacional Civil, esta es la realidad”, indicó.
 
“Sí A LA VIDA”
 
Con un pintacaritas para niños y niñas, miembros del Movimiento de Juventudes por la Dignificación de la Vida (Mojudvi) participaron en la semana de la juventud en las colonias del sector de Villalobos y el Mezquital, en el municipio de Villa Nueva.
 
De acuerdo con Saúl Huinil, integrante del movimiento, las muertes drásticas que se dan en este lugar, catalogado como zona roja, ha provocado que la población viva atemorizada. “No importa el horario, a cualquier hora del dí­a ocurre un asesinato; los niños, la juventud y la adolescencia han sido las principales ví­ctimas de pandilleros que operan en el sector”.
 
Para contribuir a mejorar la dignidad de las personas de este sector, este movimiento ha iniciado con varias actividades que involucren a todas las personas, para contribuir a bajar los í­ndices delincuenciales. “Con el mensaje de Sí­ a la Vida, dimos una gota de miel a las personas, como antí­doto ante la violencia que vivimos en la actualidad”, puntualizó.

EJEMPLO CONTRA EL MIEDO
Flores para la libertad


Los recientes atentados en Oslo demostraron cómo los noruegos enfrentaron una crisis de seguridad, pero supieron afrontar el miedo.

Anders Behring Breivik, un islamófobo de 32 años de edad, noruego de la extrema derecha, admitió haber matado al menos a 76 personas en un atentado con bomba contra edificios del gobierno en la capital y una masacre con ametralladoras en la isla de Utoya, donde los jóvenes miembros del Partido Laborista realizaban un campamento.

De acuerdo con Jens Stoltenberg, el primer ministro de Noruega, se hizo eco de los sentimientos de la mayorí­a de sus compatriotas cuando habló en una vigilia en Oslo.

Una ciudadana noruega, al respecto, dijo: “Si una persona puede mostrar tanto odio, piensen en el amor que podemos mostrar todos juntos”.

“La violencia ha sido un acompañante nuestro, casi siempre”.
Marco Antonio Garavito
Liga de Higiene Mental