Coco Chanel, ¿espí­a nazi?


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Coco Chanel: un icono de la moda cuyo nombre es sinónimo del chic francés era una empresaria astuta que nació pobre y creó un imperio y además… ¿espí­a nazi?

Un nuevo libro de una historiador estadounidense residente en Parí­s insinúa que Chanel no sólo fue amante de un aristócrata y espí­a alemán durante la guerra sino que ella misma fue agente de la Abwehr, la inteligencia militar alemana, y rabiosa antisemita.

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Por JENNY BARCHFIELD PARIS / Agencia AP

Las dudas sobre las tendencias de Chanel durante la Segunda Guerra Mundial existen desde hace mucho tiempo, pero «Sleeping with the Enemy: Coco Chanel’s Secret Wars» (Durmiendo con el enemigo: las guerras secretas de Coco Chanel), va mucho más allá de las denuncias anteriores al citar documentos de archivos de muchos paí­ses.

El libro, que apareció el martes en Estados Unidos bajo el sello Knopf, ha provocado furia en Francia, donde Chanel es considerada la joya de un sector crucial para la economí­a.

La Casa Chanel se apresuró a responder que «se han escrito más de 57 libros sobre Gabrielle Chanel… Lo instamos a consultar las obras más serias».

Hal Vaughan, un veterano de la guerra y periodista, autor de otros dos libros de historia, destacó que «Sleeping with the Enemy» es el fruto de cuatro años de trabajo intenso a partir de un hallazgo casual en el archivo nacional de la policí­a francesa.

«Estaba buscando otra cosa y encuentro un documento que dice ‘Chanel es una agente nazi, su número es tal y tal y su seudónimo es Westminster»’, dijo Vaughan a The Associated Press. «Lo miro una y otra vez y me digo, ‘¡qué diablos es esto!’ No lo podí­a creer».

«Entonces me puse a hurgar en serio en los archivos, en Estados Unidos, en Londres, en Berlí­n y en Roma, y encontré no uno sino 20, 30, 40 materiales contundentes sobre Chanel y su amante, el barón Hans Gunther von Dincklage, que era espí­a profesional de la Abwehr», dijo Vaughan.

Nacida en 1883 en un hospicio para pobres en la región occidental de Pays de la Loire, Gabrielle Chanel se habí­a convertido en la orgullosa empresaria independiente Coco Chanel antes de la segunda gran guerra. Durante el conflicto vivió con von Dincklage, un apuesto oficial alemán 12 años menor que ella, en el Hotel Ritz, controlado por los nazis.

El libro alega que en 1940 Chanel fue reclutada por la Abwehr y tomó como seudónimo el nombre de otro de sus muchos amantes, el duque de Westminster. Añade que un año después viajó a España para realizar una misión de espionaje —a cambio de que los nazis liberaran a su sobrino de un campo de prisioneros de guierra— y posteriormente fue a Berlí­n por orden de un general de las SS.

El libro insinúa que, llevada por su presunto antisemitismo, Chanel trató de aprovechar las leyes de expropiación de los judí­os para obtener el control total de su lí­nea de perfumes, apartando a los hermanos Wertheimer, una familia judí­a que le habí­a ayudado a convertir su Chanel No. 5 en un éxito mundial.

La declaración de Chanel respondió a esta acusación, aunque reconoció que los directivos de la empresa no han leí­do el libro sino sólo pasajes publicados por la prensa.

«Difí­cilmente hubiera establecido una relación con la familia» —actual propietaria de todo el imperio de la marca Chanel— «ni contado con personas judí­as entre sus amigos í­ntimos y socios profesionales», dice el comunicado.

Después de la guerra, Chanel fue arrestada y liberada horas después, salvada por «la intervención de su viejo amigo Winston Churchill», dice el comunicado de prensa del libro. Huyó a Suiza.

Preguntado por qué su libro, repleto de denuncias sobre sobre las relaciones turbias de Chanel antes, durante y después de la guerra, revolvió mucha más tierra que decenas de biografí­as anteriores, Vaughan dio dos razones. La primera es que su libro tuvo acceso a documentos hasta hace poco considerados secretos.

La segunda es que muchas personas protegen sus propios intereses.

«Hay mucha gente en el mundo que no quiere ver destruida la figura emblemática de Gabrielle Coco Chanel, uno de los grandes í­dolos culturales de Francia», dijo Vaughan. «Mucha gente hubiera preferido que esto quedara excluido, olvidado, para seguir vendiendo pañuelos y joyas marca Chanel».