El presidente socialista de Ecuador, Rafael Correa, le quebró el brazo a la oposición esta semana arrebatándole el control del Congreso, y marcha seguro hacia una Asamblea Constituyente que no garantiza el fin de la inestabilidad que marca al país desde hace una década.
Correa, en el poder desde hace dos meses y quien no presentó candidatos a legisladores, salió ganador de la crisis que desató una pugna entre el Parlamento y el Tribunal Supremo Electoral (TSE) por el plan de Constituyente, su principal oferta.
En el marco de esa disputa, el TSE destituyó el 7 de marzo a 57 de los 100 diputados por obstruir el proyecto de Asamblea para redactar una nueva Constitución.
La corte -máxima autoridad en época electoral- respondió así a una medida inédita de la coalición de derecha que «sustituyó» al presidente del TSE, Jorge Acosta, por su suplente, en represalia por convocar el plebiscito que definirá la instalación o no de la Constituyente de «plenos poderes» el 15 de abril.
El bloque opositor sancionó a Acosta por haber citado la consulta con las reglas del gobierno, sin que éstas fueran avaladas por el Legislativo, que teme ser disuelto.
Los diputados impugnaron su destitución y el plebiscito, pero los jueces rechazaron ambas acciones. Ahora se aferran a otros recursos en el Tribunal Constitucional.
Acosta se mantiene en el cargo con el respaldo del Ejecutivo, que ordenó a la policía impedir el ingreso de los destituidos al hemiciclo.
Entretanto, el gobierno inició contactos clandestinos con los suplentes de los cesados, facilitando que 21 de ellos se posesionaran el martes con el compromiso de abandonar las directrices de sus partidos.
Correa invirtió así la relación de fuerzas y cuenta con el apoyo de al menos el 60% del Parlamento, dando por zanjada la crisis.
Otros 22 alternos asumieron entre miércoles y jueves, aunque varios con el aval de sus colectividades.
La oposición sostiene que con la Constituyente, Correa -un economista de 43 años cuya popularidad ronda el 70%- quiere implantar el «modelo totalitario» de su aliado el presidente venezolano, Hugo Chávez.
Pero el mandatario asegura que su objetivo es instaurar un socialismo moderno y reducir el espacio a la «partidocracia» en el país más inestable de la región, con ocho presidentes en la última década, de los cuales tres fueron destituidos.
Analistas consultados señalan que la crisis dejó a Correa fortalecido y con el camino libre para la Constituyente, y a la oposición maltrecha.
«La oposición aparece muy frágil frente a un gobierno fortalecido», dijo Hernán Reyes, catedrático de la Universidad Andina.
«El ganador es el gobierno, pero todavía hay una serie de problemas por delante. La crisis no está superada, hubo un arreglo temporal», estimó Simón Pachano, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
Si bien ambos expertos creen que el Tribunal Constitucional no restituirá a los diputados, Pachano advierte sobre el riesgo de que la oposición esté fuera de los canales institucionales, aún cuando Correa tiene amplio respaldo ciudadano.
«Esto va a mantener la inestabilidad. Además, por lo que ha sido el proceso se infiere que la Constituyente será un escenario de conflicto y exclusión de sectores que, guste o no, tienen fuerza política y no van a validar la nueva Constitución», indicó.