¿Quién es quién en el entrevero? (parte 2)


¿Quién extorsiona a quién? Existe una gama de extorsionadores; y todos tienen por su dios el amor al dinero, tanto que se les encuentra en abundancia más que a los propios extorsionados, pequeños empresarios; y la mayorí­a, gente pobre y sencilla del pueblo que resulta hasta despojada de sus fuentes de ingreso diario, y lo sufre sólo por el amor a su vida de no morir violentamente.

Santiago Villanueva Gudiel, svillanuevagudiel@hotmail.com

CINCO. ¿Quiénes extorsionan a quiénes afirmativamente? Los extorsionadores de las calles extorsionan a las tripulaciones de los autobuses del transporte público, roban a los usuarios de ellos, e igual al transporte privado que a los simplemente transeúntes? Los transportistas extorsionan a los pilotos y ayudantes según ellos dicen, y lo practican entre los mismos tripulantes a tripulantes y transportistas a transportistas; y todo el sistema de transporte público extorsiona por millares las 24 horas de cada dí­a en progresión geométrica, al verdadero y sufrido pueblo de Guatemala, subiéndole un quetzal por lo menos a cada cabeza andante, vista y subida a los incómodos rodantes; sea quien sea ancianos y minusválidos, y de inmediato ¡dale¡ aunque los boten o maten antes que los asaltantes.

Los transportistas urbanos además del costo del pasaje extorsionado, gozan del subsidio del Gobierno por causa del alza del petróleo. Por eso aúllan contra el transporte pirata para que no les resten sus ingresos, y que el pasaje no lo lleve otro más que ellos, y que el diablo se lleve al pueblo cuando hacen la suspensión de sus servicios; y reclaman protección y más protección para ellos de parte del Gobierno, y no para el pueblo.

Los matan es cierto y doloroso… La hipótesis policial: es «Por venganza». ¿Cuál?

Que unos no pagan a los de la calle, los que siempre andan sueltos por los jueces; o los que cobran desde las cárceles y así­ los otros a los otros por robarse entre sí­ interminablemente; pero pasados los cien dí­as de perdón, menos o más no se perdonan. Y lo lamentan y lloran padres, madres, esposas e hijos huérfanos por el resto de sus traumados dí­as.

SEIS. ¿Quién soluciona a quien? Si tan solo en los casos de emergencia, por simple amor al prójimo se dejara libre la transportación como se pueda y en lo que se pueda como buenos samaritanos y con mí­nimas reglas de seguridad, habrí­a menos blancos visibles, directos y conocidos para evitar masacres que lamentar; y los ciudadanos llegarí­an a sus destinos y regresarí­an vivos a sus hogares; ya que ni a unos ni a otros protegen las policí­as y demás agentes del orden público.

SIETE. ¿Quién es quién en el discurso de entrevero del señor Presidente? No se dijo que los últimos dí­as y primeros de su cuarto año de gobierno han sido cruciales. Que los muertos ahora son de tres en tres o más cada vez por balaceras, ¡masacres! Que el incremento a los salarios, puso las cosas peores, rebaja los justos ingresos a propietarios y ahora está produciendo despidos de trabajadores y seguirá. Que se están cerrando negocios antiguos y recientes; y que la SAT recaudará menos para el despilfarro de propaganda polí­tica anticipada. Es tanto el daño que el dinero de «Mi Familia progresa» jamás alcanzará para cubrir en milésimas partes el desempleo en la población; se incrementará la pobreza y desnutrición absoluta; se estará en el primer lugar en el mundo de la miseria junto a Haití­, como si un terremoto peor o igual nos hubiese dejado así­. Mientras que nuestros volcanes tienen más misericordia y no los han producido.

OCHO. ¿Quién soluciona a quién? ¿No serí­a mejor controlar las ganancias excesivas de los productores nacionales de alimentos, así­ como a intermediarios y vendedores en mercados y tiendas que AHORA ahorcan al prójimo sin conmiseración alguna en los productos de la canasta básica? La cobija o paraguas en estas circunstancias es la misma para todos y en todo; ya lo dijo el gobierno en su discurso: el alza internacional al precio del petróleo, es la causa. ¿De qué sirve a la Nación tenerlo y la explotación minera; en que nos benefician sus regalí­as? ¿Sólo para el subsidio al transporte público?

¿No serí­a mejor subsidiar con lo que produce, el costo de compra de la gasolina y gas propano que entra al paí­s para mantener estables los precios de estos combustibles en toda la República? ¿Ayudar así­ al transporte en general, y al coste de los productos alimenticios?, ¡diciéndoles a los transportistas actuales hasta tal fecha lo tendrán!

Demos gracias al verdadero Dios y Cristo real, que esto se pudiese hacer para bien de su pueblo que es mayorí­a considerable en nuestra Guatemala, y todo prójimo necesitado en el Paí­s.