La selección y el ánimo del paí­s


Cualquiera con dos dedos de frente entiende que nuestro futbol es de pacotilla y que no vale la pena ni siquiera perder el tiempo en ver a nuestra selección, pero por alguna extraña razón hay mucha gente que aún alienta esperanzas, vanas por supuesto, de ver que las cosas cambien con el inicio de un nuevo proceso y por ello vemos que, contra toda lógica y razón, todaví­a hay mucha gente que se vuelve a sentir frustrada por los pésimos resultados. Y como pasa en muchos lugares del mundo, los fracasos deportivos se traducen en un bajón de ánimo colectivo que repercute en el comportamiento de los individuos.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Creo que pocos deportes despiertan las pasiones que viven los norteamericanos con el futbol americano y uno se da cuenta que cuando el equipo local gana un partido en el fin de semana, la gente sale a la calle con sonrisa de oreja a oreja y se comporta con extrema amabilidad. Hay, desde luego, ciudades en las que el sentimiento es mucho más profundo y arraigado, y he tenido la oportunidad de ver con frecuencia ese amistoso comportamiento en Pittsburgh, ciudad donde es raro encontrar a alguien que no suspire por los Steelers. En cambio, cuando ocasionalmente el equipo de la ciudad pierde un partido, los rostros adustos y las expresiones malhumoradas abundan en el arranque de la semana que sigue a la derrota.

Pero eso pasa con aficiones que tienen razones para esperar lo mejor de sus equipos, pero en Guatemala, donde ya tenemos que intuir que se navega directamente al fracaso, no debiera haber un bajón de ánimo porque los ticos nos meten dos goles y porque los hondureños nos aplastan 3 a 1 luego de que nuestros seleccionados jugaron bien pero fueron, para variar, incapaces de hacer algo en la porterí­a rival. La llegada nuevamente del Pescado Ruiz a la selección, viniendo de la lejana Grecia en donde ha tenido un buen desempeño, alentó a muchos a pensar que tal vez ahora sí­ se podrí­a hacer algo. Es la misma ilusión pendeja que se tiene cuando hay elecciones y se vuelve a pensar, babosamente, que «ahora sí­» podremos elegir al presidente honrado y competente que el paí­s necesita. Tortas y pan pintado en lo deportivo y en lo polí­tico.

Al menos en lo deportivo cabrí­a la solución de que se aceptara la multa de la FIFA y se apartara a Guatemala de las competiciones internacionales mientras se concentra el esfuerzo en promover una nueva generación de futbolistas que tengan una mentalidad distinta y un talento aceptable. Da envidia ver cómo un equipo, millonario ciertamente pero que al fin y al cabo es un club privado como el Barcelona, puede tener un semillero que produce la calidad de jugadores que desde hace años salen de esa cantera, mientras que aquí­ la Federación de Futbol, que maneja varios millones de quetzales, no puede más que demostrar su más absoluta incapacidad.

El problema es que pareciera como si nuestro futbol apenas si es un reflejo de la realidad de nuestro paí­s, donde carecemos de visión de mediano y largo plazo y, sobre todo, de probidad para manejar los recursos públicos e invertirlos de manera adecuada para cumplir fines y objetivos. Somos un paí­s que se conforma con mantenerse languideciendo sin dar pasos dramáticos ni para atrás ni para adelante. Nos conformamos con irla pasando «regular tanteado», expresión tan propia de nuestro grave conformismo.

Y son babosadas eso de que no es culpa de los futbolistas sino sólo de los dirigentes. Unos y otros conforman una bola de inútiles que no sirven para nada más que para ratificar que estamos para el tigre.