Sería  interesante que en retrospectiva, el Presidente hiciera un análisis rápido de los años que lleva vividos, y perdidos al mismo tiempo, porque lo más relevante -no digo que haya sido lo mejor- en su paso por esta vida, fue haberse enredado en la peligrosa relación sentimental con la señora Torres. Por ella dejó pasar la oportunidad de ser Presidente Constitucional de la República de Guatemala.  Cuántos años más habrán de pasar para que contabilice las pérdidas que dejó correr como el agua en un río, que se deslizó dentro de  su territorio, caudal desaprovechado, porque tuvo los medios en sus manos para haber distribuido el avance a los pobladores cercanos de la región, dando movimiento a un desarrollo progresivo, proveyendo una mejor forma de vida a la comarca, en forma digna, no timándoles su modestia de seres productivos y humanos.  Y en vez de eso, dejó pasar la oportunidad de llevar hacia adelante un significativo progreso a las regiones, que se pudieron haber beneficiado de la circunstancia que Dios le brindó, al haberle permitido llegar a la primera magistratura.  El objetivo hubiese sido ascender junto a usted, Presidente, si hubiera ayudado a esas poblaciones enteras a escalar a la par del crecimiento macroeconómico, que hoy todos hacen análisis de las pérdidas de oportunidad   que hubo.  Y donde en realidad las hubo fue en la agricultura,  ¿por qué no pudo intervenir el Gobierno?  Como bien ha expresado en anteriores oportunidades, el Estado es usted.  A diferencia del rey Midas, que todo lo que tocaba lo convertía en oro, el ingeniero Colom obró a la inversa.  Qué diferente hubiese sido si en el momento que le fue depositado el bastón de mando en sus manos hubiese, en aquel entonces, ascendido a la presidencia con un plan elaborado en forma meticulosa, rodeado de personas profesionales de comprobada eficiencia, para hacer efectivos sus nombramientos en el despacho presidencial, para empezar de inmediato a ejecutar los planes. De más está señalarlo, que hubiesen sido personas probas, honestas y honradas en quienes depositar los nombramientos de ministros.  Que hubiesen ayudado a desempeñar con eficiencia el arduo trabajo de gobernar.  Usted, señor Presidente, mintió cuando dijo en programas radiales y televisivos que tenía un plan de gobierno estructurado en base a buenos resultados para hacerlos efectivos durante el transcurso de su mandato, pero que todavía no podía revelarlo.  Obvio, porque nunca tuvo nada planificado.  Tanto se ha criticado la frase célebre de su candidatura: «La violencia se combate con inteligencia» cuando sus secretas intenciones fueron nefastas. Lo único tangible con que contaba era con la presencia del Dr. Espada, que se prestó como testaferro en acuñar su insolvencia profesional, personal y moral.  Hubo personas que creyeron en el hoy Presidente, acuñaron el voto electoral a su favor.  ¿Y  cómo respondió a la confianza emitida?   Entrando en estado de letargo y negación, se cruzó de brazos y piernas, cerró los ojos, oídos y por esa boca disparó cuanta sandez la negligencia le puso en la lengua.  ¿Aló, aló? Cuando por fin despierte, señor Presidente, de la pesadilla de haberse dejado gobernar por una mujer que le causó la ruina, no le van alcanzar  los años que le restan de vida para lamentar el haber invertido los papeles. Torres lo despojó de su investidura; y el señor Presidente, que debió haber tomado el comando de la República, porque esos fueron los poderes que se le otorgaron y confirieron en la hora de su investidura, los malogró, desaprovechó, tergiversando las posiciones, colocándose voluntariamente, debajo de su conviviente.  A ella le entregó la banda presidencial y él se colocó en mandil.  ¡Habrase visto cosa semejante!  Se conformó con ser el mandadero de su presunto refugio, en la Torres. Â