Confucio y Mao, cara a cara


La escultura de Confucio fue ubicada en la Plaza Tiananmen, en Pekí­n. FOTO LA HORA: AP Andy Wong

Un nuevo rostro le hace compañí­a a Mao Tse-tung en la Plaza de Tiananmen.


Una enorme escultura del antiguo filósofo Confucio fue develada esta semana en un rincón de la vasta explanada. Es una yuxtaposición notable en una plaza que el Partido Comunista reinante trata como terreno sagrado: en el medio se alza el mausoleo con los restos de Mao, escoltado por un gigantesco retrato del lí­der revolucionario.

Emplazar la estatua en el lugar más visible de la capital representa un aval del gobierno autoritario a este sabio de hace 2.500 años.

Una vez más, en la historia china, se renueva el interés por Confucio, esta vez en libros, cine, televisión y la escuela. Su mensaje de orden social armonioso y respeto a la autoridad no resulta amenazante al partido, mientras que su énfasis en la ética tiene eco entre los chinos que lidian con los cambios sociales vertiginosos en una economí­a de rápido crecimiento.

El gobierno resalta la popularidad de Confucio para reforzar la identidad nacional. «El surgimiento de una gran nación requiere un fundamento cultural, y la cultura china apoya el espí­ritu de la armoní­a», dijo Wu Weishan, el escultor, que ha creado más de 200 estatuas del filósofo. «Los pensamientos esenciales de Confucio son amor, bondad, sabidurí­a y generosidad. Y paz y prosperidad es lo que ansí­a el pueblo».

La escultura de bronce de 9,5 metros (31 pies) muestra a Confucio mirando en dirección al retrato de Mao. Los turistas chinos se apresuraron a tomar fotos de la estatua y coincidieron en que las enseñanzas de Confucio transmiten un mensaje a la China moderna, donde el afán por el dinero y el consumismo parecen preocupaciones nacionales.

«El confucianismo ha gobernado la vida y ética de los chinos durante miles de años», comentó Cui Xiaozhan, ingeniero de 25 años, en un viaje de negocios desde la ciudad oriental de Qingdao. «Deberí­amos estudiarlo. Pero todos están muy atareados y cansados».

Confucio estableció un código de ética que fue adoptado como una especie de filosofí­a nacional de gobierno y comportamiento. Sus enseñanzas enfatizan el compromiso con la familia, el interés por el aprendizaje, un comportamiento virtuoso y obediencia a la autoridad.

En el núcleo de la civilización china durante casi dos milenios, el confucianismo padeció durante el régimen de Mao, que se dedicó a destruir la cultura tradicional. «Ahora los lí­deres del partido han resucitado a Confucio y prácticamente lo han puesto a pie de igualdad con Mao. Este se debe estar revolviendo en su tumba», comentó Minxin Pei, un experto sinólogo en el Claremont McKenna College.