Hay dos temas en los que será imposible alcanzar acuerdos en Guatemala porque alrededor de ellos existen posiciones absolutamente cerradas. Impuestos y salarios constituyen, sin duda alguna, una materia en la que no podemos encontrar bases para un entendimiento entre los distintos sectores del país porque simple y sencillamente hay planteamientos ideológicos que consideran que pagar tributos y mejorar los salarios son un despojo que se le hace a quien resulta con la obligación de cubrir esos rubros.
Hoy estamos presenciando un debate que debiera ser motivo de vergí¼enza porque resulta que luego de un muy modesto aumento al salario mínimo, que si uno platica con cualquier empresario resulta que ya nadie paga porque «se ha superado y las empresas otorgan beneficios muy superiores a sus empleados», genera tal nivel de descontento que muchos están amenazando con despidos masivos, especialmente en la maquila.
Nadie piensa que el empleo tiene que permitir al trabajador un salario mínimamente decoroso y cuando no se puede pagar ese salario, estamos hablando de verdadera explotación. Si el único atractivo que ofrecemos nosotros como país para la instalación de maquilas es la posibilidad de pagar salarios de hambre que son sinónimo de explotación, tenemos realmente que evaluar si es esa la vía del desarrollo y si nos conviene recorrer ese camino.
Ninguna sociedad del mundo ha logrado el desarrollo sin que exista un empresariado que pague impuestos y que reconozca salarios justos a sus trabajadores. La tesis de que la prosperidad llega atrayendo inversión que se beneficie de no pagar impuestos y de pagar salarios de miseria es absolutamente falsa porque la misma significa, en el mejor de los casos, el incremento de los patrones de desigualdad y los contrastes abismales entre pobres y ricos que se dan en naciones donde no existe concepto de desarrollo integral.
Durante años se pregonó la economía de derrame en la que haciendo más rico al rico, se suponía que la riqueza iría cayendo en cascada para beneficio de los más pobres. Pero si no se pagan impuestos y tampoco se pagan salarios justos, dónde está la cascada y dónde se produce esa traslación de beneficios y propagación de la riqueza. Al final resulta que la economía de cascada era simplemente un argumento para facilitar que quien ya tenía dinero pudiera amasar mayores fortunas y que el pobre estuviera siempre recibiendo las mismas migajas sin la creación real de verdaderas oportunidades. Es inaudito que ni siquiera se acepte compensar la inflación para mantener el poder adquisitivo del salario y que siempre se diga que fijar un mísero salario mínimo provocará oleadas enormes de desempleo.