La inestabilidad institucional que se desencadena a partir de la intervención norteamericana en junio de 1954, se prolonga hasta hoy. A esta cuestión le dediqué a finales del año pasado, al menos, diez de mis columnas más recientes. A lo que ya referí y abordé, trataré de agregar algunas cuestiones más a fin de aproximarme a una interpretación de lo que ahora está aconteciendo y presupuestar el probable escenario de aquí a abril y mayo, de abril y mayo a septiembre y de septiembre a enero del año entrante.
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Una situación de inestabilidad continuada y que, en algunos momentos, puede desembocar en crisis del poder político, a quienes más conviene, interesa y favorece es al poder económico oligárquico. No hay nada más favorable y que les beneficie y convenga que un clima de inestabilidad institucional y, mejor, de desestabilización y crisis política. Es arriesgado y hasta parecerá aventurado afirmarlo, pero así es.
La explicación es muy sencilla. Las crisis favorecen a unos, los menos y, perjudican, a la mayoría.
Los negocios de tan insaciable y avorazada minoría mejoran, su riqueza, utilidades y ganancias se incrementan, pero en tanto que tienden a concentrarse cada vez más en pocas manos derivan en pugnas y disputas, por un lado, por el control del poder político y, por el otro, ante reales o supuestos adversarios que intentan emerger a la sombra de gobernantes de turno y que no son otros que sus financistas y beneficiados de contrataciones por obras y servicios a cargo del Estado.
Durante los gobiernos militares de fuerza fueron los sectores oligárquicos y la embajada estadounidense en el país los que los impusieron, les apoyaron y cooperaron en su estrategia y tácticas de represión y persecución política, el terror generalizado e indiscriminado y la contrainsurgencia.
A partir de la llamada transición democrática, aunque no quieran reconocerlo, son los oligarcas los que han impuesto a gobernantes a su conveniencia a la vez que asegurado que los que les sucedan sean tan o más dóciles e incondicionales que sus antecesores y, si no es así, al menos, en tres casos y, en cierta forma, incluyendo el actual, la situación se les ha tornado incómoda y el expediente al que han recurrido es a la desinformación, el hostigamiento, las provocaciones y la desestabilización.
Es lo que ocurrió en mayo de 1993 y en mayo del año pasado y sucedió a todo lo largo del período gubernamental 2000-2004. Es, además, lo que podría ocurrir de aquí a mayo y abril, de mayo y abril a septiembre y de septiembre a enero del año entrante. Lo que no hay que ignorar es que ni lo sucedido en mayo de 1993 se parece a lo que aconteció en mayo del año pasado y que, en ambos casos, lo predominante es la tendencia a la agudización y agravamiento del clima de desestabilización política.
En el momento actual, las condiciones no sólo están dadas para ello; además, se están creando a propósito.
Lo que la oligarquía y la extrema derecha más temen es que suceda lo que no ha ocurrido en los últimos 25 años. Todo indica que es hacia allí a donde enderezan su objetivo principal: impedir, a como dé lugar, que quienes gobiernan logren que se les reelija y, lo peor, que sea a partir de esa sucesión que se instale en el poder «una izquierda radical» (sic). (elPeriódico, 11 de enero de 2011). ¡Vaya manera de tratar de asustar con el petate del muerto!
La propaganda electorera anticipada y las encuestas de intención del voto, más las «opiniones» de «analistas» y «expertos» independientes son, a principios del año, parte y punto de avanzada de una campaña mediática de distracción encaminada a agravar la tirantez y tensión imperante y que tenderá a agudizarse y agravarse conforme nos acerquemos a septiembre.
El mil y una vez más repudiable atentado terrorista contra un autobús de rutas cortas en horas de la tarde del recién pasado lunes 3 en una de las salidas de la ciudad capital y que segó la vida de ocho compatriotas, entre ellos tres niños de una misma familia y su mamá, es parte de la escalada de violencia e inseguridad en que se está y un eslabón más en el tan agravado clima de provocaciones y desestabilización institucional.
El terreno parece de lo más propicio para que la crisis general se agrave y agudice aún más y que, como ya queda dicho, a quienes favorece, interesa y conviene es a la oligarquía y a la extrema derecha.
Todo indica, entonces, que este año está empezando mal, muy mal. http:// ricardorosalesroman.blogspot.com/