Murió la cigarra


Marí­a Elena Walsh (1930-2011) fue una poetisa, escritora, música, cantautora, dramaturga y compositora argentina. Inserto, una portada de sus discos, con clara intención pedagógica. FOTO LA HORA: INTERNET

La escritora y cantautora Marí­a Elena Walsh, autora de inolvidables canciones y obras literarias para niños, falleció ayer a los 80 años en una clí­nica de esta capital por un paro cardiorrespiratorio, informó la Sociedad Argentina de Escritores y Compositores (SADAIC).


Walsh, una de las principales referentes de la cultura argentina y quien sufrí­a de distintos padecimientos crónicos, será velada en la sede de SADAIC hoy cuando será enterrada en el cementerio de Chacarita de Buenos Aires, dijo Ricardo Pereira, portavoz de dicha institución.

La autora del famoso personaje Manuelita, la tortuga que es protagonista de una de sus más conocidas canciones, también dio voz a temas populares para adultos, entre ellos «Serenata para la tierra» y «Como la cigarra».

Algunas de sus obras literarias para niños son «Tutú Marambá», «Zoo loco», «El reino del revés» y «Dailan Kifki».

Entre sus poemas y obras en prosa se destacan «Otoño imperdonable» (1947), «Apenas viaje» (1948), «Baladas con Angel» (1951), «Casi milagro» (1958), «Hecho a mano» (1965), «Juguemos en el mundo» (1970), «Novios de antaño» (1990), «Desventuras en el Paí­s-Jardí­n-de-Infantes» (1993) y «Fantasmas en el parque» (2008).

Otros de los temas de Walsh que integran el cancionero popular argentino son «Canción para tomar el té», «En el paí­s de Nomeacuerdo» y «Canción de cuna para un gobernante».

Cantantes argentinos lamentaron la muerte de la escritora, de quien destacaron su original creatividad y compromiso social.

Jairo (Mario González) afirmó al canal de cable Todo Noticias (TN) que la artista será «irremplazable» y Susana Rinaldi recordó que Walsh fue «excomulgada de la sociedad por sus opiniones» y que era «una bocanada de aire fresco» escuchar sus canciones.

GENERACIONES EN PLURAL

Ayer fue uno de esos dí­as en los que el «estado» de Facebook fue más que nunca un «estado de ánimo». Ese cuadradito en blanco fue guiño tristón, pizarrón de la niñez. Y más que difundir la noticia, su función fue expresar el efecto emocional, el viaje en el tiempo.

Sobre esos muros virtuales se leyó «Una vez estudié en un librito de yuyos» y otras letras que nadie necesita googlear: se saben. Las fotos de perfil se cambiaron por las de Marí­a Elena o una tortuga; se subieron videos y versiones de canciones, rankings de las preferidas de cada cual, o frases como «Gracias por mi infancia».

Si con la muerte de Romina Yan se notó cuán fuerte fue su figura en los nacidos en la década de 1990, la partida de Marí­a Elena Walsh afectó a cualquiera que nació entre 1960 y 1980. A su infancia, aunque en realidad sean infancias, así­ en plural: el caos de Perro Salchicha, los sueños surrealistas de Osí­as, el periplo de amor de Manuelita.

A pesar de los plurales, pertenecemos a generaciones que compartieron, al menos, eso: la nariz dentro de la taza. Para quienes no recordamos en detalle la vuelta de la democracia, pero la retenemos en imágenes remotas de prejardí­n, la música de esa época es un casete de Marí­a Elena.

Con esas canciones aprendimos mejor que en clase de música los géneros argentinos (la Chacarera de los gatos, La baguala de Juan Poquito), entendimos que hay crueldad (La pájara Pinta), y que hay enigmas que nunca podremos resolver: por qué el azúcar se puso blanca o por qué un pekinés se cae para arriba.