Claudio Debussy, su tiempo y su época


Para iniciar el año 2011, «Temas Musicales» dedica sus primeras columnas a exaltar a uno de los músicos impresionistas de mayor abolengo en la música occidental: Claudio Debussy, quien revolucionara el arte sonoro con su paleta musical.

Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela A mi padre, maestro Celso Lara Calacán, con inmenso amor.

Vamos en primera instancia, a Claudio Debussy, su tiempo y la época sociohistórica en la que le tocó actuar, época sublime como la dimensión dorada de Casiopea, esposa dorada quien es viva primavera que pasa como innumerable aroma recogiendo mi esperanza y mis anhelos y quien es en fin, mi ilusión apresurada en mis ansias de tenerla en plenilunios infinitos. Sin embargo, antes de profundizar en su época, veamos la significación de Debussy en la música occidental. Como ya lo hemos afirmado, partimos de la base de que Debussy es uno de sus pilares fundamentales, una de sus más señeras figuras que, sin haber dejado de experimentar muchas influencias de su tiempo, alcanzó la máxima originalidad. Por lo que respecta a la panorámica general hacia el último tercio del siglo pasado, conviene señalar en sí­ntesis, que éste viene dominado aún por la gran presencia de Wagner, más tarde desplazado entre los jóvenes compositores por el revolucionario logro que representa Boris Godunov de Mussorgsky.

Esta influencia eslava encuentra una continuidad en todos los que se hallaban ya cultivando aspectos de signo nacionalista y que por tanto ven en el compositor ruso la confirmación de la fórmula de la identidad nacional. Por otra parte, el sinfonismo de Brahms permanecerá, ciclópeo, reducido sin embargo al área germana, en la que naturalmente seguirán recluidas por el momento las creaciones orquestales de esta misma forma de Bruckner y de Gustav Mahler. Por lo que respecta a Francia no dejará de tener presente la fuerza del lirismo, que en Italia comienza a encontrar su mejor concreción en la fórmula verista de Leoncavallo o Puccini, sobre todo. Francia, como ya vimos, preferirá seguir por el momento los viejos argumentos legendarios o bí­blicos, como el Sansón y Dalila de Saint-Saens, o la temática exótica que todaví­a proporcionaba la España romántica, con la inefable Carmen de Bizet. Lalo o Chabrier son a su vez muestras de un tratamiento orquestal importante de esta misma españolada. Chausson y Charpentier marcan ya reacciones discretamente más modernas que habrán de encontrar su proyección segura sobre el propio Debussy en los comienzos de su carrera.

La de éste operará lógicamente fuera del área germana, sobre la propia música española ya entrando nuestro siglo, sobre todo en muchos de los compositores del posromanticismo inglés como Delius, Bartock y Vaughan Williams. De no tratarse de una personalidad tan fuerte como la de Ravel cabrí­a hablar de un seguidor inmediato de los hallazgos debussystas. La escasa diferencia de edad hace sus carreras prácticamente paralelas. Por lo demás, tampoco existirá compositor de esta época que deje de ofrecer inserciones que no puedan tildarse de impresionistas. Hay numerosas referencias a esta peculiar manera sensorial de concebir la música en el propio Ricardo Strauss y aun en las últimas sinfoní­as de Mahler, por no decir las primeras obras de Stravinsky. Y volviendo nuevamente la mirada atrás podrí­amos referirnos a ciertas resonancias caracterí­sticas del Tristán wagneriano, sobre todo en la singular armoní­a de Parsifal.