Como si el año no quisiera darnos un respiro, una vez más iniciamos una semana con un irracional y macabro atentado, esta vez con bombas incendiarias, en el que nuevamente resultaron víctimas, indefensos e inocentes usuarios del transporte público, quienes, sin lugar a dudas, son las víctimas ideales para quienes desean mantener un clima de zozobra y temor en el país o simplemente vivir a manera de alimañas diabólicas, alimentándose de la vida de otros. Una vez más, como ha sucedido en los últimos atentados, ante lo macabro de los hechos y el horror de la opinión pública, las autoridades reaccionaron y detuvieron en un par de días a los presuntos, autor intelectual y cómplice de los mismos.
Nadie puede decir que las autoridades de Gobernación no actuaron de manera diligente y rápida en tejer las redes de la investigación y que pusieron empeño y recursos en atrapar a los presuntos delincuentes, sin embargo, el taxista que perdió a sus dos niños pequeños y a su esposa en el atentado, estoy seguro que hubiese preferido menos diligencia y eficacia y más prevención y política permanente de seguridad por parte del Gobierno, sobre todo cuando todo el mundo sabe en Guatemala, el abordar un autobús de transporte público es más peligroso que dar un arma cargada a un niño de 5 años.
Por supuesto, entre que detengan a los delincuentes o no los detengan hay un abismo de diferencia y es positivo, pero también lo hay entre que se consumen los hechos y que estos no lleguen a producirse porque el Estado cumple con sus funciones y garantiza la vida y la seguridad de todos los ciudadanos y es que para eso debe de existir una política de Estado dirigida a mantener la tranquilidad y la paz, sin ellas no hay futuro posible y todos vivimos en una permanente lotería en la que sabemos que a alguno, tarde o temprano, le saldrá la muerte como carta de despedida.
Si hacemos un repaso de los últimos hechos de violencia que han tenido como común denominador horrorizar a los ciudadanos, el atentado con armas de fuego en un restaurante en zona 10, la liberación de un presunto zeta en San Marcos, este atentado con bombas incendiarias contra el autobús de Rutas Quetzal, todos, después de elevar el percentil del horror en la ciudadanía, trajeron como final la rápida captura de los presuntos delincuentes involucrados, éxitos de las autoridades de Gobernación que deben de refrendarse con las correspondientes sentencias condenatorias contra los responsables cuando se haya probado su participación en los distintos hechos.
Sin embargo, en cada uno de esos actos de violencia, familias guatemaltecas resultaron enlutadas por hechos que de existir una política de Estado de prevención en contra de la delincuencia y la violencia no se hubieran producido, de manera tal que resulta imperativo que las autoridades de gobierno busquen la manera de acabar de una vez por todas con esta política de apagafuegos y se centren en diseñar una política de seguridad que permita que el país tenga futuro. Sin duda, con una política de prevención no habrá héroes, tampoco los necesitamos, pero viviremos tranquilos y seguros en nuestro país que al final es lo que ansiamos.