Amor con amor se paga


Los empleados del Registro Nacional de las Personas que han quedado cesantes luego de que no fue renovado su contrato, sienten ahora algo de lo que significa ese dicho, porque luego de haberse comportado durante mucho tiempo con absoluto desprecio hacia los usuarios que reclamaban algún trámite o pedí­an su documento de identificación, ahora la opinión pública muestra en verdad muy poca simpatí­a por su situación actual.


Y debiera ser lección para todo servidor público, puesto que tarde o temprano requieren del apoyo de la comunidad y si han sido ineficientes en extremo, como ha ocurrido con el Renap, es natural que la gente no sienta el menor deseo de apoyar una causa como la de la renovación de los contratos de esas personas que recibieron durante el año pasado un sueldo para atender al público y en todas las dependencias de la institución lo que campeó fue la ineficiencia, la ineptitud y el irrespeto al derecho de los contribuyentes.

Tanto así­ que el Registro no pudo concretar lo planificado para dotar a la población del paí­s de su documento de identificación antes de que se produjeran las elecciones generales a realizarse este año. Hubo necesidad de modificar la ley para permitir que en el 2011 los ciudadanos inscritos como tales puedan ejercer el sufragio aún utilizando la vetusta y poco confiable cédula de vecindad, porque el Renap no pudo cumplir con su obligación de documentar en tiempo a la población.

Entendemos el drama que significa para un trabajador quedarse sin empleo de la noche a la mañana, pero cuando la cesación es resultado de incumplimiento de su parte, no puede alegar gran cosa. Y en el caso de los empleados del Registro, es obvio que no habí­a mí­stica de servicio ni interés por atender con eficiencia y amabilidad a los usuarios. Toda expresión que ha habido respecto a la forma en que se atiende a la gente en Renap es unánime en señalar la mala actitud del personal que no demostró nunca interés por hacer su trabajo en forma eficiente.

Seguramente habrá algunas pocas excepciones entre los más de 400 empleados que han quedado cesantes por la no renovación del contrato respectivo, pero la experiencia vivida por cualquiera que haya realizado alguna gestión ante el Registro Nacional de las Personas es frustrante y hemos escuchado abundantes expresiones avalando la decisión de no renovar contratos y de dejar cesantes a quienes son, hoy por hoy, la cara visible de una institución que desde su origen se mostró inepta para el servicio público y que tuvo siempre una notable indiferencia por los problemas de usuarios que tení­an que vencer dificultades para realizar sus gestiones.