Muy frecuentemente escuchamos que somos un país carente de figuras y de valores a imitar, en parte porque somos muy dados a la descalificación y reacios a reconocer los méritos ajenos. Por ello considero que ha sido muy justo el homenaje que hizo Prensa Libre a Edmond Mulet, declarándolo Personaje del Año, puesto que se trata de uno de esos guatemaltecos cuya trayectoria es un ejemplo para nuevas generaciones.
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Como hombre público, Edmond no ha sido ajeno a la crítica y, peor que eso, a la maledicencia, sobre todo durante los muchos años que dedicó al terreno movedizo de la política criolla. Sin embargo, quienes le conocemos sabemos que es un profesional honorable y capaz, que ha actuado de acuerdo a principios y valores con la intención permanente de hacer aportes para mejorar la vida en nuestro país, primero, y de manera más global en los últimos años debido a sus responsabilidades en la Organización de Naciones Unidas.
He tenido algunas diferencias de criterio con Edmond, pero siempre he reconocido en él actuaciones basadas en principios y no en malsanos intereses. Posiblemente la más marcada haya sido cuando en tiempos de Jorge Serrano jugó un papel fundamental en el diseño de la política hacia Belice, pero siempre he reconocido que tanto él como Antonio Arenales procedieron de acuerdo a lo que consideraban como una acción orientada a resolver definitivamente el diferendo. No estuve de acuerdo con su punto de vista, pero comprendí que sus motivaciones no eran antipatrióticas.
Edmond forma parte de una generación de guatemaltecos que trató realmente de transformar al país mediante la participación política y el esfuerzo democrático. Hombre preparado y competente, no tuvo muchas dificultades para perfilarse como uno de los valores más destacados de la Unión del Centro Nacional de Jorge Carpio en cuya organización participó destacadamente. Esa generación se caracterizó por la rectitud y caballerosidad en la confrontación política, pero varios de sus integrantes terminaron apartados de la política justamente por las enormes resistencias de quienes querían y lograron mantener una tradición de suciedad y corrupción para utilizar el poder político en el logro de sus ambiciones personales.
En la diplomacia fue donde Edmond terminó sentando reales y alcanzando su pleno desarrollo como servidor público. Primero lo hizo al servicio del país en varias embajadas donde mostró su talento y dedicación, pero las mezquindades propias de nuestra realidad política se ensañaron con él y lejos de aprovecharlo en el servicio diplomático, fue removido de cargos importantes simplemente por animadversión de quienes llegaban al gobierno. Pero sus habilidades no pasaron inadvertidas para quienes habían sido su contraparte en las relaciones multinacionales y por ello la gente de la ONU le puso el ojo y allí ha sido sumamente valorado, al punto de que junto a José Rolz, se ha convertido en el guatemalteco que más alto ha llegado dentro de la estructura burocrática de la entidad. Cierto que Emilio Arenales fue Presidente de una Asamblea General de la ONU, pero ese puesto es fundamentalmente político, mientras que la Subsecretaría General ocupada por Rolz primero y ahora por Mulet, es una elevadísima responsabilidad dentro de la estructura de la Organización.
Su papel en Haití es posiblemente lo más conocido por la relevancia que tiene el esfuerzo de reconstrucción de ese país y lo que Edmond ha hecho en el último año. Pero su trayectoria como encargado de las misiones de paz es enorme y lo perfila como un diplomático con dotes de estadista, razón por la cual me alegro tanto de ese reconocimiento que se le ha hecho al declararlo Personaje del Año.