La realidad es el ser que existe en un determinado tiempo y en un determinado espacio. O es ser que es independiente de cualquier estado o de cualquier modo de consciencia y que, entonces, no un mero producto del pensamiento, o de la imaginación o de la fantasía. O es también el atributo de aquello que es legítimo ente o ser existente, y no torpe simulacro o engañosa apariencia.
Hay mutiladores de la realidad. Ellos pretenden, por ejemplo, que la realidad de una nación es la ignorancia, la enfermedad, la mísera casa y, en general, la pobreza del ser humano. Conocer la «realidad nacional» es, entonces, conocer lo peor de la nación. Ellos también pretenden, por ejemplo, que la realidad del ambiente son los basureros, el agua sucia, el aire impuro, el suelo erosionado y, en general, el ambiente deteriorado.
Conocer la «realidad ambiental» es, entonces, conocer lo peor del ambiente.
Empero, no sólo la ignorancia sino también la sabiduría es realidad. No sólo la enfermedad, sino también la salud. No sólo la mísera casa sino también la lujosa mansión. En general, es realidad no sólo la pobreza sino también la riqueza. Y no sólo el basurero sino también el jardín es realidad. No sólo el agua sucia, sino también el agua limpia. No sólo el aire impuro, sino también el aire puro. No sólo el suelo erosionado, sino también el suelo no erosionado. En general, es realidad no sólo el ambiente deteriorado sino también el ambiente no deteriorado.
Los mutiladores de la realidad hasta pretenden que la falsedad, la incertidumbre, la imperfección, la maldad, el odio, el dolor, la fealdad o la muerte es la realidad del mundo. Conocer la «realidad del mundo» es conocer lo peor de él. Empero, evidentemente, es realidad la verdad de un demostrado teorema matemático. Es realidad la certidumbre sobre la validez lógica de un razonamiento. Es realidad la asombrosa perfección de una obra de Bach. Es realidad la bondad de quien mitiga el sufrimiento de un pobrísimo ser humano. Es realidad el amor de la madre por su hijo. Es realidad el placer de contemplar un lúcido cielo estrellado. Es realidad la belleza de un paisaje. Es realidad la vida que se multiplica incesantemente.
¿Se pretende que sólo la pobreza es realidad porque hay más pobreza que riqueza; y que sólo el ambiente deteriorado es real porque hay más ambiente deteriorado que no deteriorado? ¿Se pretende que la falsedad, la incertidumbre, la imperfección, la maldad, el odio, el dolor, la fealdad y la muerte es la realidad del mundo porque hay más falsedad, incertidumbre, imperfección, maldad, odio, dolor, fealdad y muerte que verdad, certidumbre, perfección, bondad, amor, placer, belleza y vida? La realidad, sin embargo, no es una cantidad. Es una cualidad. Un conjunto de tres mesas es tan real como uno de un millón de mesas.
En la realidad de las aves, los mutiladores de la realidad incluirán zopilotes, buitres y cuervos pero excluirán águilas, alondras y cisnes. Y en la realidad de los rostros humanos, incluirán rostros de seres que lloran, pero excluirán rostros de seres que ríen. Y en la realidad de los sonidos, incluirán el ruido de la roca que cae, pero excluirán la melodía que de la cítara brota. Y en la realidad de la vida incluirán al anciano que muere, pero excluirán al niño que nace. O en la realidad de la mente incluirán la estupidez, pero excluirán la inteligencia.
Post scriptum. El mutilador de la realidad ha de creer que él mismo es real, es decir, ha de incluirse entre lo peor del mundo.