¿Alegres elecciones?


Se atribuye al doctor Juan José Arévalo la expresión sobre «Las Alegres Elecciones» en Guatemala y ahora, cuando entramos a un año en el que tendremos que elegir a las autoridades nacionales tanto del nivel local como nacional, es conveniente preguntarnos si serán éstos realmente unos comicios en los que lo más destacado será la alegrí­a cí­vica o si, por el contrario, nos adentramos en un peligroso perí­odo de confrontación con ribetes de violencia.


La violencia ya forma parte de nuestra realidad cotidiana, pero no se puede descartar que la misma se vea exacerbada en los próximos meses, sea porque alguna fuerza polí­tica pretenda explotarla como caballito de batalla o simplemente porque las ambiciones partidarias causen enfrentamientos que rieguen más sangre en el paí­s. No olvidemos que hace cuatro años vimos numerosos actos de violencia en el contexto de la campaña y dadas las tendencias podrí­amos suponer que ello no sólo se ha de repetir, sino que inclusive se verán manifestaciones más brutales.

La consolidación del poder del crimen organizado en estos años ha sido evidente, tanto en lo referente al narcotráfico como a otras facciones que se han beneficiado del régimen de absoluta impunidad, y tales grupos no están dispuestos a perder sus posiciones de privilegio, por lo que cualquier fuerza que pueda parecer una amenaza será atacada de manera violenta.

El haber colocado el tema de la impunidad en el centro del debate nacional, entendiendo que el mismo es fundamental porque no sólo es generador de violencia sino también de corrupción, es posiblemente el gran cambio en el escenario nacional con respecto a las últimas elecciones. En aquella ocasión apenas si se iniciaba un tibio debate sobre la cuestión luego del escándalo en el Congreso con el dictamen desfavorable para la instalación de la Comisión Internacional Contra la Impunidad, mientras que ahora es un asunto absolutamente claro que el paí­s sufre como resultado de la existencia de estructuras paralelas que se han encargado de minar la institucionalidad y de destruir la capacidad de administrar justicia, por lo que eso tendrá que ser parte del planteamiento que hagan los partidos y sus candidatos porque nadie puede pasar por alto la necesidad de comprometerse seriamente contra ese flagelo.

Y a mayor compromiso y mayor definición, más riesgo se corre por enfrentar a poderosos sectores que tienen en la impunidad el caldo de cultivo para aumentar su riqueza y su influencia. De suerte que viviendo condiciones dramáticamente decisivas para el futuro del paí­s en cuanto a si podemos o no construir un efectivo estado de derecho, mientras más clara y firme sea la discusión, menos alegres y más riesgosas serán las elecciones.