Canciones de cuna, canciones para el niño recién nacido, la abuela lo mira con cariño, y cuenta historias de sus niños que siente sobre su vientre acabados de nacer; ella dice que en aquellos días las comunicaciones eran lentas, el mundo giraba a otro ritmo; sin embargo las intrigas políticas siempre han existido, señala la abuela con voz pausada.  Y es que los gobernantes -cuenta la abuela- han necesitado de hombres de confianza en quienes apoyar su mandato, hombres que estén dispuestos a entregar su vida antes que defraudar la confianza depositada en ellos.  En ese momento, veo en retrospectiva, y hoy no encuentro un solo hombre con esa descripción dentro de la actual administración; admito que aparece ante mí: la imagen de un Blanco, Monsanto, Marta, Menocal; pero ellos buscan su propio enriquecimiento, etiquetada con artificio de bondad.  Cuenta la abuela, durante la celebración de su 92 cumpleaños, que en el transcurso del matrimonio, vio de cerca, un dos da agosto, cómo el amor de su vida defendía el honor de la institución.  Ella permaneció siempre a su lado, en los días buenos y en los menos afortunados; era ella quien vigilaba su sueño, la mujer que crió a sus hijos, la que hizo del hombre fuerte su héroe; ella, un paso atrás de él,  dispuesta a respaldar sus decisiones.  Esa mujer ha regido la mesa en casa de su hija, a tres generaciones de sus cuatro hijos.  Hoy sus ojos cansados aún son bonitos, retiene en su mirada la ilusión de haber vivido una vida plena, lo que siempre soñó, un hogar, donde albergarse y darle cariño a su hombre, y un plato de comida caliente para sus hijos, cuando las cosas no salían como hubiese querido.  Son los años vividos, idos, la transición de vida, la idea de no dejar tirada a Guatemala, recoger valor del mismo miedo, para hacer un frente común, donde para ella, lo más importante es preservar el honor demostrado con la lucha por una Guatemala mejor.  El recién nacido acaba de despertar, es tiempo de volverlo alimentar.  La abuela, se bebe el último sorbo de té.