Sin estar autorizados por las leyes guatemaltecas, 18,771 menores de edad se trasladan a trabajar en forma documentada a las unidades agrícolas de producción en Chiapas, según investigación realizada por la Organización Internacional para las Migraciones (1993). Se ignora cuántos atraviesan la frontera para laborar en forma indocumentada. Carecen de prestaciones y su salario, en ocasiones, llega al mínimo establecido. Las jornadas de trabajo son superiores a las ocho horas.
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Asimismo, después de atravesar la frontera de Guatemala y llegar a Tapachula, cientos de mujeres y hombres -no se sabe exactamente el número de indocumentados-, con un promedio de edad entre 12 y 18 años, se desempeñan como trabajadoras domésticas y en la economía informal (vendedores de dulces o ropa y lustradores). Son guatemaltecas y guatemaltecos realizando actividades para lograr un ingreso económico que en su país no pueden obtener. La presencia de niñas y niños de nacionalidad guatemalteca en prostíbulos de municipios cercanos a la frontera, en Guatemala y México, impacta la dignidad de cualquier ser humano. Son víctimas de la trata de personas. Han sido secuestrados para trasladarlos a esos lugares o por medio de fraudes y engaños. Otros son obligados a vender drogas. Son menores de edad con graves implicaciones físicas y psicológicas. ¿La policía desconoce la realidad de los lupanares fronterizos? La existencia de casi un millón de niños y niñas trabajando en las ciudades guatemaltecas, en la mayoría de los casos desarrollando actividades peligrosas, obliga a revisar su presencia en casas donde elaboran cohetes o picando piedras, para citar con brevedad. Por esta razón, sería importante conocer los criterios de las autoridades y aplicar el Convenio 182 -aprobado por Guatemala- de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) Sobre la prohibición de las peores formas de trabajo infantil y la acción inmediata para su eliminación, en especial cuando señala: «Prestar la asistencia directa, necesaria y adecuada para librar a los niños de las peores formas de trabajo infantil y asegurar su rehabilitación e inserción social». En el texto Entendiendo el trabajo infantil en Guatemala, editado por el Instituto Nacional de Estadística se afirma: «(…) 507,000 niñas y niños trabajadores están entre los 7 y 14 años de edad». Este aspecto también significa destacar a menores de edad que ayudan en negocios familiares sin recibir salario, quienes realizan jornadas laborales en sus casas, y la cantidad de adolescentes, entre ellos, lustradores, cuidadores de carros o pidiendo limosna en las calles. Esta explotación a menores de edad afecta la Convención internacional sobre los derechos del niño, así como el Convenio 138 de la OIT relativo a la Edad mínima de admisión al empleo. En la actualidad, la población menor de edad vive condiciones de inseguridad en Guatemala. Este hecho explica que es necesario adoptar medidas integrales de control, sanción y prevención para enfrentar acciones violentas contra la integridad física, sexual y emocional de ese sector de la población. Las penas privativas de libertad deben aplicarse a los explotadores y traficantes de seres humanos para responder en proporcionalidad al daño que han causado a menores de edad. Los derechos de la niñez deben impulsarse para que sean una forma cotidiana de vivir.