Sigo con los Cofiño


Beatriz Godoy de Toledo

Pasan los años y uno tiene en su mente y en su corazón muchos pensamientos y recuerdos, respecto a sus familiares que ya nos dejaron, hace muchos años.

Leyendo en algunos periódicos artí­culos y viendo fotos respecto a la celebración de inaugurar la construcción de un edificio nuevo de Cofiño Stahl y Cí­a. que cabalmente cumplirá este año sesenta años de haberse formado, poniendo el primer negocio en la 5a. avenida entre 13 y 14 calles de la zona 1, se me vinieron a la mente muchos recuerdos de Perucho, mi tí­o, hermano mayor de mi mamá.

Perucho tuvo su primer garaje en la casa de la abuelita, y luego lo puso en la Calle del Arco. La oficina de Perucho estaba en el segundo piso, y se subí­a en un elevador, manejado con cuerdas. En el primer piso, estaba el taller, y las oficinas, de un lado donde trabajaba la Contadora Conchita Castellanos y don Rafael ílvarez. En la otra oficina habí­a una Agencia Bancaria que manejaba don Benis, padrastro de Lola, la esposa de Perucho, y en el taller creo que trabajaba Emilio Posse, esposo de la Mila mi tí­a.

Pasó el tiempo y gracias a Dios Perucho se fue a Guate, a hacer negocio con el señor Stahl. Algún tiempo después el negocio se pasó justo a la 10ª. avenida de la zona 5. Justo cuando era el año `53, fui a Cofiño Stahl a ver si podí­amos comprar un carrito, pues viví­amos en la 12 avenida, cerca de San Pedrito, y tení­amos que irnos en camioneta a nuestros trabajos. Peruchito me ofreció un Chevrolet `49 de dos puertas, en mil quetzales y como mi mamá me habí­a prestado quinientos (que le habí­a regalado su mamá y que yo le iba a pagar con mensualidades de cincuenta), Peruchito me dio crédito por los otros quinientos, con mensualidades iguales, sin firmar nada. ¿Que tal?

Tristemente Peruchito falleció al poco tiempo, dejando a su esposa con tres chirices y una en camino.

Pasan los años y a esta vieja se le vienen a la mente muchos recuerdos, más que nada de los ratos de pena, cuando uno tiene tanto que agradecer a sus parientes de antes. Ahora, las nuevas generaciones ya ni conocen ni saben los nombres de sus parientes.

Pero sí­ es bueno tener recuerdos de una familia de antes, como ahora ya no hay tantas.