Con seis años de edad, Jaycco Paris lanza la pelota de basquetbol contra la canasta por unos minutos, pero rápidamente se tiene que sentar a descansar, por su tortuosa respiración plagada de silbidos.
Jaycco es uno de los decenas de miles de niños asmáticos en Puerto Rico, que sufre uno de los índices más altos de esa enfermedad en el mundo. Su madre, Rosa Agosto, rara vez lo deja solo y le prohibe jugar béisbol por miedo a que el polvo y el ejercicio le afecten.
«Todo el día pienso en el asma que tiene», dice Agosto. «Por eso casi nunca lo dejo salir de la casa».
Puerto Rico es un territorio estadounidense donde los niños tienen una probabilidad de tener asma más de 300% mayor que los niños blancos no hispanos en el lado continental. Este año, la incidencia de asma ha aumentado pronunciadamente, probablemente por las fuertes lluvias que han afectado al país y que han desatado millones de esporas.
La isla, de 4 millones de habitantes, tiene ya una incidencia de muerte por asma 2,5 veces mayor que la del Estados Unidos continental, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC por sus siglas en inglés)
Incluso los puertorriqueños que viven en Estados Unidos tienen una incidencia 2,5 veces mayor de la enfermedad que los blancos.
Para complicar el asunto, los niños puertorriqueños no responden tan bien como los de otros grupos étnicos al principal medicamento recetado para la dolencia: el inhalador Albuterol. Varias compañías farmacéuticas están tratando de desarrollar un medicamento acorde, pero no lo han logrado.
«El desafío es que los puertorriqueños no son todos iguales sino que son racialmente diversos», expresó el doctor Esteban González Burchard, director del Centro de Salud Genética y Ambiental de la Universidad de California en San Francisco.
«Los puertorriqueños de ascendencia europea son los más susceptibles al asma», añadió.
Nadie sabe por cierto la razón por la cual los puertorriqueños sufren tanto de asma, a pesar de décadas de estudios e investigaciones.
Una teoría es que es culpa de la ceniza volcánica del cercano volcán Montserrat. Otra es el polvo sahariano que cubre la isla en el verano o los hongos que florecen en el clima tropical.
Algunos expertos apuntan el dedo hacia la pobreza: Decenas de miles de niños como Jaycco viven en dilapidadas viviendas públicas infestadas de cucarachas y roedores, detonantes comunes del asma.
Las autoridades de salud estadounidenses y puertorriqueñas han realizado varios proyectos de investigación sobre el tema, pero entretanto, el asma le está costando caro a la isla en pérdidas de productividad, pérdidas de días escolares y en el desgaste del sistema de salud pública.
Jaycco, que lleva sus medicinas en su lonchera al colegio, ya ha perdido varias semanas de clases este año. El niño, que vive en el mayor conjunto residencial público del Caribe, Luis Llorens Torres, casi nunca está solo. Puede montar bicicleta, correr o patinar dentro de la casa cuando está su madre. Si sale, tiene que llevar consigo una lista de números telefónicos de emergencia.
En promedio, unas 25.000 personas acuden a la sala de emergencia por asma cada año en Puerto Rico y 90.000 adultos puertorriqueños cada año tienen que dejar de trabajar o de hacer sus actividades debido al asma, según un estudio del departamento de salud de la isla realizado entre 2007 y 2009.
El asma arruina muchas infancias y le causa gran ansiedad a los padres porque no saben cuándo vendrá el próximo ataque, dijo el doctor Gilberto Ramos, profesor de la Universidad de Medicina en Puerto Rico.
«No hay nada peor que ver a un niño teniendo un ataque de asma, uno piensa que se va a morir», expresó.
El asma ataca más a los niños en Puerto Rico que los adultos. Un 30% de los menores de edad en Puerto Rico son diagnosticados con la aflicción, y la cifra aumenta a 40% en las viviendas públicas, dijo el doctor Floyd Malveaux, ex rector de la Escuela de Medicina de la Universidad Howard.
«Desafortunadamente, los niños puertorriqueños tienen el índice más alto del mundo, pero no sabemos si se trata más de una cuestión genética o de una cuestión ambiental», expresó.