¿Los nuevos rusos del ballet?


Lorena Feijoo, bailarina cubana, durante una presentación con el Ballet San Francisco. FOTO LA HORA: AP Chris Hardy

Su técnica es impecable; su pasión inigualable. Formados en la escuela de Alicia Alonso, muchos se destacan en grandes compañí­as de danza en Estados Unidos, desde el American Ballet Theater en Nueva York hasta el Ballet de Boston o el de San Francisco. ¿Son los bailarines cubanos los nuevos rusos del ballet?


Alicia Alonso, acompañada de dos bailarines cubanos, acude al homenaje que le ofrecen por sus 90 años de edad. FOTO LA HORA: AP Javier Galeano

«Es imposible no darse cuenta cuando un bailarí­n cubano entra en el estudio», reconoce el propio Mijaí­l Baryshnikov.

«Se dice que nadie nace siendo bailarí­n; tienes que querer serlo más que nada en el mundo. Estos cubanos quieren y se sienten privilegiados de ser parte de esto. Se entregan por completo», añade el más grande de los bailarines rusos en un prólogo que escribió para «Cuban Ballet», un texto del crí­tico de artes cubanoestadounidense Octavio Roca.

En el libro, cuya portada decoran las hermanas Lorna y Lorena Feijóo -actualmente dos de las principales exponentes del ballet isleño en Estados Unidos-, Roca explora la historia del ballet cubano enfocándose en la vida de la gran Alicia Alonso, fundadora del Ballet Nacional de Cuba, quien escribió para él un prólogo.

«Los cubanos son gente que baila. La danza nos importa, y nos importa profundamente», dice la legendaria prima ballerina assoluta de la isla, quien bailó en la Unión Soviética en 1957 y 1958.

«Regresé a La Habana a compartir mis experiencias de Moscú, Leningrado y Riga con nuestros bailarines y maestros. Pero siempre nos mantuvimos atentos, cautelosos de las imitaciones; usamos nuestro criterio para determinar qué funcionaba y qué no en los cuerpos de nuestros bailarines para conseguir nuestro propio concepto de belleza, de elegancia y de gracia», añade la también coreógrafa, aún al frente de la compañí­a pese a tener 90 años y estar casi ciega.

Hermosamente ilustrado, el libro también destaca a muchos de los bailarines jóvenes que dice «están cambiando la cara del ballet con su espléndida técnica, ética laboral impecable y actuaciones espectaculares». Además de las hermanas Feijóo, brillan Joan Boada, Taras Domitro, Manuel Carré, Rolando Sarabia y Carlos Acosta, entre otros.

«Lo interesante del ballet cubano es que de veras la población entera de Cuba pudiera caber en Nueva York y la influencia de esa isla en las artes, sobre todo en la danza, es un milagro que yo quiero celebrar», dijo en una entrevista reciente Roca, cuyas reseñas de música, danza y teatro han sido publicadas por medios como The Washington Post, The Washington Times y The San Francisco Chronicle. «La historia del ballet cubano es una historia de esperanza y triunfo, pero la historia de Cuba es una historia muy triste y el ballet sigue triunfando contra viento y marea. Es una cosa conmovedora en sí­ y de eso trata el libro».

La influencia que tuvo la Unión Soviética en el ballet internacional es evidente incluso en el ballet cubano. Lo que diferencia a los bailarines de la isla parece ser una combinación de una estricta formación integral desde temprana edad, una exposición a un público muy particular, una promoción del arte comparable con las del deporte en otros paí­ses y la dictadura misma.

«Las dictaduras suelen generar grandes artistas; la gente necesita una manera de expresarse y el arte es el medio mayor para lograr esa expresión en cualquier manifestación», dijo Pedro Pablo Peña, director artí­stico del Festival Internacional de Ballet en Miami, a la AP.

«Lógicamente», coincidió Lorena Feijóo, bailarina principal del Ballet de San Francisco. «Influyen hasta las dificultades del sistema. No damos nada por sentado, la gente se vuelca con más ganas a lo que se dedica».

La artista de 39 años explicó que al no tener tantas opciones, uno «se dedica 150% a lo que ama». Además, «es una manera de expresar lo que sientes libremente (bajo este tipo de régimen), de ser un individuo pensante por ti mismo».

Suki John, escritora y profesora de danza basada en Fort Worth, Texas, quien ha trabajado con bailarines cubanos desde 1992 y colaborado con la escuela de Alonso, sostiene que «los bailarines cubanos son extraordinariamente bien preparados y educados como artistas, no como maquinas danzantes».

«Están expuestos a muchos aspectos culturales: estudian danza cubana moderna, danza social, son muy bien versados en el lenguaje corporal, lo que les da una increí­ble sensibilidad que transmite calidez al público», dijo.

Añadió que a ella misma la técnica de la danza moderna cubana la «transformó» como bailarina y que en Cuba encontró «una clase de profesionalismo y sed en los bailarines de aprender y de crecer muy entusiasta y refrescante».

«La diferencia es que la escuela cubana de ballet es muy buena desde los inicios … si no tienes una buena base no puedes crear todo lo demás», dijo Lorna Feijóo, de 36 años, primera bailarina del Ballet de Boston y hermana de Lorena. «La educación es completamente integral: te dan francés porque los pasos son en francés, te dan piano, te dan historia… y si no apruebas una asignatura no pasas al siguiente nivel. Es una escuela bien estricta».

Lorna, quien comenzó a bailar a los 10 años en su paí­s y llegó a ser primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba alrededor de 1993, dijo que de 500 niños que acuden a hacer la prueba cada año apenas escogen a unos 15. Todas las escuelas de ballet de su paí­s comparten la misma metodologí­a, añadió: cinco años de nivel elemental y después tres años de nivel medio en los que «uno baila casi todos los ballets que existen, hasta que te gradúas y llegas a la compañí­a».

El director artí­stico de la compañí­a para la que hoy trabaja, Mikko Nissinen, dice que con frecuencia puede identificar a un bailarí­n cubano cuando lo ve en el escenario.

«Hay ciertos movimientos estilí­sticos, ciertas maneras en la que se preparan para dar una vuelta … con las que puedo decir que fueron entrenados en Cuba», dijo Nissinen, finlandés radicado en Estados Unidos desde 1987. «Los bailarines cubanos tienen una muy buena base, muy buen dominio técnico. Llevan en su sangre latina un instinto natural para bailar y no le temen al trabajo arduo», refirió apuntando que ha visto maravillado cómo el público reacciona al arte de su estrella cubana.

Lewis Segal, otrora crí­tico de danza del LA Times y conocedor del ballet de Cuba, subraya que en ese paí­s las entradas para ir al ballet son accesibles a todo el público y la juventud los sigue y ovaciona cual si fueran estrellas de rock o del deporte.

«La gente que puede darse el lujo de ir al ballet en Estados Unidos es de mayor edad, mientras que en Cuba todos pueden ir. La energí­a del público es diferente», dijo Segal. «Un bailarí­n criado en ese ambiente es alegre» y el hecho de que esta forma de arte sea ampliamente promovida en la isla atrae a más y más jóvenes «a ver la danza como una posible profesión».

«Yo creo que lo que Alicia ha creado en Cuba es un verdadero milagro, se pudiera decir», expresó por su parte José Manuel Carreño, bailarí­n principal del American Ballet Theatre (ABT) en Nueva York.

«Un bailarí­n en Cuba es tan reconocido como cualquier deportista en Estados Unidos y eso sinceramente no se ve en otra parte. Yo creo que se debe a la accesibilidad que tiene el público de ver este arte», agregó el cubano de 42 años, quien se retira del ABT en agosto del 2011.

Roca, el autor del libro, señala que en un paí­s «estalinista» como Cuba el ballet es una de las pocas cosas que funciona en parte porque el Ballet Nacional de Cuba es una compañí­a «muy conservadora y reaccionaria … una compañí­a apolí­tica».

Sin embargo, Alonso enfrenta constantemente una fuga de talentos que deciden abandonar la isla, ya sea para escapar del régimen o, según la mayorí­a de los entrevistados, para aprender otras formas de danza que no llegan a la isla.

«Es doloroso», declaró Alonso a la AP en una entrevista hace dos años. «Han recibido una educación de más de nueve años, enseñándoles sin costo».

Los bailarines dicen que se sienten muy agradecidos por lo que les dio Cuba, pero que irse de la isla era su única opción si querí­an seguir creciendo.

«La escuela ha producido muchos buenos bailarines; debe ser triste para ellos que se les vaya la gente», dijo Lorena Feijóo. «Yo cuando me fui pedí­ entrar y salir (del paí­s), pero Alicia no me lo permitió. Las palabras fueron: «Lorena, adentro o afuera»»».

«A pesar de que la escuela es muy buena, hay momentos en que te encuentras trabado; quieres conocer lo que está pasando en otras partes del mundo … tener la libertad de manejar tu carrera como un adulto e incursionar en otros estilos», agregó.

Roca coincide: «El ballet en sí­ tiene integridad, no es propaganda. Uno va a ver «El lago de los cisnes», «Giselle», «Don Quijote». Lo que no tienen es ballet moderno, contemporáneo … Esa es una de las razones, aparte de la opresión polí­tica, por la que muchos bailarines se van; porque quieren bailar otras cosas».