Todos los años, desde hace un decenio, la tejedora y residente de Ketchikan Kathy Rousso viaja a Guatemala, en busca del maguey.
La planta del maguey, o Agave americana, es oriunda de una vasta región desde el sur de Estados Unidos hasta Sudamérica. Pueblos indígenas, especialmente en Guatemala y México, han extraído tradicionalmente las fibras de la planta para tejer cuerdas y bolsas, entre otros textiles.
No obstante, los métodos tradicionales de extracción de la fibra están desapareciendo, dijo Rousso en una entrevista reciente, una tendencia que ella documenta en su libro «Maguey Journey: Discovering Textiles in Guatemala» (Viaje por el maguey: descubriendo textiles en Guatemala).
El proyecto de Rousso comenzó hace 10 años con el objetivo de combinar su amor por los viajes con sus experiencias educacionales y profesionales, que incluyen recursos naturales, técnicas manuales de tejido y educación física.
«Poniéndolo todo junto, tuve la idea de hacer una propuesta de estudio sobre bolsas tejidas», dijo Rousso por teléfono desde Hawai.
Rousso había estado en Guatemala a mediados de los ochenta como voluntaria de los Cuerpos de Paz, así que estaba familiarizada con el área, dice, y tenía un contacto en el museo textil en Ciudad de Guatemala, que acordó ser su afiliado para la beca de Fulbright.
Rousso recibió la beca y en el 2000 hizo su primer viaje de estudios a Guatemala. Tras llegar al país se dio cuenta de que podía ir en dos direcciones. Podía concentrarse en bolsas tejidas de todas las diversas fibras o seguir el maguey. Rousso optó por la última ruta y aprendió mucho en poco tiempo.
«Fue bueno porque yo no sabía nada», dijo. «Tenía la mente abierta para cualquier cosa».