¡Habrá alguna iglesia que se llame SAMARIA! Pero no la que llamen SICíR. Será por su significado que es: «falsedad o beodo, ciudad de borrachos». Pero, ¿qué cuantiosas verdades dejó el Señor Jesucristo acerca de ella?
LA PRIMERA. Que SICíR estaba «junto a la heredad de Jacob o Israel, padre de los patriarcas y judíos; lugar que también él había destinado fuera para su penúltimo hijo José, llamado por sus hermanos «el soñador»; El chismoso porque no le parecía lo que sus hermanos hacían; «El culebra» por lo que decía a su padre para que los corrigiera; y simularon que lo había matado alguna fiera, cuando lo vendieron a unos mercaderes que a su vez negociaron a José como esclavo en Egipto, donde llegó a ser el primer sabio y el segundo Faraón gobernador de aquel país que con su gobernabilidad, llegó a ser el sustentador del hambre de los habitantes de otras tierras en aquel tiempo.
LA SEGUNDA. En aquella heredad el patriarca había dejado abierto el pozo que se le llamaba de Jacob con características de hondo, antiguo y abundante en agua. Había transcurrido tanto tiempo, que la historia de aquel lugar era tradición, rutina no agradecida; pero ¡Para ellos fue tierra de Jacob, de José el sabio Gobernador de Egipto y estaba cerca del famoso Siquem y Samaria. Era la mitad del camino a Jerusalén. LA TERCERA. Los samaritanos no eran amigos de los de Judea de dónde era el Señor Jesús; y además los judíos decían que allá debía de adorarse y los samaritanos que en aquel monte; a donde llegó el Señor Jesús porque le fue necesario cansado del camino; a la hora sexta y conveniente para estar allí cuando todos habían terminado sus labores; y sentarse junto al pozo de Jacob a donde llegaba la mujer samaritana cada día a llevar agua. Eso y más era la rutina de aquella mujer. EL SEí‘OR JESíšS dijo a la samaritana «Dame de beber» para así darle a conocer el Don de Dios y el Agua Viva que í‰l mismo es; a cambio que ella entendiera que había llegado la hora de adorar en Espíritu y en Verdad al Padre, lo que los samaritanos no conocían ni sabían. ¿Qué entendería la samaritana que le dijo: «Â¿Acaso eres tú mayor que nuestro Padre Jacob, que nos dio este pozo del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?; además, ¡no tienes ni con que sacarla!- No sabía que Jesús es mayor que Melquisedec, Abraham, Jacob, José, Moisés, Josué, David, Salomón y Juan el Bautista. Que era El Mesías que traspasó los cielos para venir a la tierra y ser El Salvador del Mundo. EL POZO que fue hondo, pudo estar envejecido, haberse secado, reducir su hondura con tanta piedra que se le había tirado, contaminado y estancado; tal como en estos tiempos al Evangelio del Señor Jesucristo se le descompone en su pureza y poder; está empolvado capa sobre capa, lo mismo; o congelado tanto que cualquiera puede sacar de él un pedazo, llevárselo, y en el camino o en su casa se le deshelará en simple agua muerta; por no percatarse que «El Pozo de la personalidad del Señor Jesús es hondo», y que hay que tener con qué sacarla que es el Espíritu Santo, para que siempre sea Don de Dios para el hambriento y Agua viva fresca no estancada, para el sediento de cada tiempo moderno porque cada día nace y brota nueva para su predicación. JESUCRISTO es el Don de Dios. í‰l, más que pedir se da en Pan de Vida y Agua Viva para no volver a tener hambre y sed de este mundo con sus Palabras, que brotan de la Biblia y son Espíritu y Vida para oídos, ojos y mentes de hombres y mujeres espirituales que para ser otros, han cambiado la carne por el Espíritu; y también sale de ellos ríos de Aguas Vivas que corren, saltan y se convierten en Vida y Paz para otros. HOY EN EL SIGLO XXI, JESíšS no es aquel humilde y humillado de los pecadores por los cuales se dio asimismo en sacrificio; sino el que en la Gran Resurrección fue recibido en Gloria, ser el primogénito de los resucitados, y transpuesto como Enoc al cielo, es el Deseado de todas las gentes en todos los términos de la tierra. Sin embargo hoy solo desea se crea solamente en él; porque no se le puede mirar por virtud de su resurrección. Y somos los deseados por í‰l como el remanente que ha de salvarse, los queridos, y aceptos en el Amado para ser salvos por el Sacrificio que para eso sufrió. Hoy nos habla por efectos del cielo, por voces de volcanes y la tierra; rugientes mares y ríos; por milagros y prodigios verdaderamente increíbles en los propios seres humanos no en exterioridades; con la misma voz que habló a los discípulos de Emaus que dijeron: «Â¡Cómo ardía nuestro corazón cuando nos declaraba la Palabra!» porque son toques y voces que dicen al corazón «He aquí yo estoy a la puerta y llamo, abre y entraré a ti» y cenaré contigo. í‰L, en uno de estos días traspasará de nuevo las puertas que se alzaron y abrieron para que entrara el Rey de la Gloria; y vendrá a decirnos como dijo a la Samaritana, «Ven acá», en el próximo rapto de la Iglesia. ¡Se puede creer!