El amor ha sido descrito como un factor determinante para la salud, bienestar físico y emocional. Se considera que los vínculos amorosos refuerzan el sistema inmune, tienen efecto en la neurotransmisión y en el sistema neuroendocrino, potencializando de esta manera la sensación de bienestar y armonía.
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Lo difícil es hacer que la ciencia considere al amor como un concepto apropiado para la misma. También radica en la dificultad de hacer tangible lo abstracto. Sin embargo, existen fuentes de investigación que refieren que las personas con cáncer que reciben un apoyo amoroso, poseen una mejor sobrevida que quienes no. Que las personas que no se perciben en ámbitos de cariño y aceptación tienen mayor propensión a contraer enfermedades infecciosas y autoinmunes (las células encargadas de defender a nuestro organismo, se alteran y proporcionan daño a éste). Que en los asuntos de la enfermedad cardíaca existe una hiperexcitabilidad del sistema simpático, que ejerce influjo en el aumento de la presión arterial, cambios en el ritmo cardíaco, aumento de factores de riesgo en general para el desarrollo de este tipo de enfermedades (tabaquismo y otras adicciones, obesidad, vida sedentaria).
Las personas que se consideran amadas, poseen una mejor autoaceptación, capacidad de brindar afecto a otras y con ello estrechar los vínculos humanos. No se sienten en soledad ni en aislamiento. Desde la perspectiva de la medicina oriental, poseen la chacra del corazón abierta y esto posibilita un mejor flujo de energía. Que para propiciar esta apertura la persona ha de sentirse confiada y segura. Lo que la posibilita a una mejor expresión y manejo de sus emociones.
Las emociones que se atoran y no logran una vía de expresión, se convierten en tóxicos para el ser humano. De allí la importancia del reconocimiento, la expresión y el buen manejo de las mismas.
Todos los seres humanos tenemos la necesidad de amar y de ser amados. El amar, se convierte en una onda expansiva de nuestra felicidad, la cual se traslada al medio y a las personas que nos circunscriben. Porque al dar amor, recibimos aún más amor. Mejora nuestra calidad de vida, nuestras relaciones familiares, laborales y sociales en general.
Se considera que lo que nos causa sensación de aislamiento suele proporcionar la enfermedad y sufrimiento. Pero, por lo contrario, lo que siembre una sensación de amor e intimidad, conexión y comunidad es curativo. Para alguien que se sienta triste, en soledad y en aislamiento, el hecho de vivir más, no tiene el efecto motivador para dejar de fumar, hacer ejercicio o adoptar una dieta balanceada.
Existen algunos estudios que orientan a que las relaciones íntimas ayudan a disminuir el riesgo de enfermar. Ejemplo de ellos es el de John Hopkins. En el cual en la década de los cuarenta, fueron sometidos más de 1,100 estudiantes de medicina, pertenecientes al género masculino. Dando seguimiento a los casos. Investigaron la hipótesis según la cual la calidad de las relaciones humanas podía ser un factor de influencia en el desarrollo del cáncer. Y en este se describe que los alumnos de medicina que desarrollaron cáncer dentro de los 50 años siguientes, tenían mayor probabilidad que sus ex compañeros sanos de haber declarado en el test una falta de proximidad con sus progenitores. (Ornish, Dean. Amar y sobrevivir)
Es merecedor ahondar sobre la investigación de esta temática, pero la propuesta concreta es que amar es enriquecedor para nuestra salud física y emocional. Nos permite mantenernos conectados unos con los otros estableciendo vínculos más humanos. Por lo que la sugerencia de trabajar con nosotras y nosotros mismos en este asunto, no implica más, que la obtención de un beneficio.
Así que, todo momento, es propicio para iniciar una vida más activa en el arte de amar.