Una amplia etapa de imposición política es parte relevante de las acciones contra las culturas populares en la historia de Guatemala. El objetivo de quienes la impulsaron fue impedir el desarrollo del movimiento popular; sin embargo, fue en ese proceso donde se forjó la acción independiente de organizaciones del movimiento popular. Sus integrantes tuvieron la posibilidad real de elaborar su propia cultura. Significó la presencia de una voz colectiva para lograr su identidad. Quienes se opusieron al desarrollo del movimiento popular guatemalteco fracasaron en su intento
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En las acciones reivindicativas del movimiento popular guatemalteco convergen obreros, trabajadores y trabajadoras, estudiantes, profesionales, el magisterio nacional, organizaciones campesinas indígenas, y amas de casas junto a la presencia, entre otros, de artistas quienes difundieron el teatro y la canción política. Las acciones contra ellos desde posiciones de fuerza, sólo expresaron las contradicciones y debilidad de quienes las impulsaron.
El gran conjunto de protestas estudiantiles a partir de la década del sesenta, fueron parte de un proceso de recuperación paulatina del movimiento popular. Este hecho se puede ejemplificar con los esfuerzos por lograr la unidad de los trabajadores y campesinos y el apoyo que obtuvieron por parte de la población. A nivel gubernamental se reflejaba una imagen: la determinación de los sectores económicos dispuestos a evitar que la presión popular originara cambios, aunque fueron mínimos. Pero este tipo de actitud gubernamental se revertía porque creaba mayor irritación y desconfianza.
En el caso de Guatemala, no es posible desvincular la cultura popular de la acción política. La desigualdad social imperante en el país lo determina. La emigración campo-ciudad provocada por el conflicto armado interno (duró 36 años) y sus implicaciones de violencia junto a la persistente crisis económica, permitió la ampliación de capas populares en la capital guatemalteca. Esta situación originó cambios socioeconómicos, pero continuaron sus formas de identidad comunitaria por la exposición cotidiana de sus tradiciones. «No podemos desconocer -señala Bourdieu- que en las culturas populares existen manifestaciones simbólicas y estéticas propias cuyo sentido desborda el pragmatismo cotidiano»
En el desarrollo de la actividad política guatemalteca las acciones del movimiento popular tienen como base la comunicación directa entre sus integrantes y, junto a sus reivindicaciones, surge un amplio sentimiento de solidaridad. Los hechos sociales son compartidos pues la producción teórica y práctica la impulsan grupos que no son ajenos. Dejan a un lado la pasividad y se enfrentan a la ideología del sistema.
No puede hablarse en Guatemala del desarrollo de una educación popular y su implicación de lograr una identidad como consecuencia de ese proceso. Lo que sí es posible afirmar es la presencia de una actitud crítica cuya base se ha encontrado en un nuevo pensamiento de maestras y maestros, lo cual ha permitido luchas del magisterio por la justicia social enarbolando banderas de organización para lograr mayor participación y democracia, cuyos ejes se encuentran en la solidaridad, igualdad creando una historia de cultura popular en el contexto educativo.
Hombres y mujeres del magisterio guatemalteco han actuado en procesos colectivos donde ha estado presente el pensamiento de Paulo Freire cuando expresa que la educación es práctica de libertad y los profesores y profesoras de Guatemala han comprendido que la educación es cambio social dentro de acciones reflexivas. La presencia de ellos y ellas en la cultura popular de su país los ha colocado como sujetos activos que elaboran su propia historia y en las aulas se han involucrado con sus alumnos y alumnas en la producción cotidiana del conocimiento. Sólo de esa manera es posible comprender a su país.