En la Grecia Antigua, y principalmente en la ciudad de Delfos, las llamadas pitonisas, de vida y costumbres irreprochables, y de nombramiento vitalicio, se dedicaban a la predicción del futuro, y eran una especie de sagradas consultoras de grandes personajes, pero también de la gente común y corriente. Y es que a los humanos siempre nos ha preocupado el futuro, y principalmente hoy en día a quienes nos dedicamos a temas de carácter económico o social y damos apoyo a empresarios, cooperativistas, a otros profesionales y a todos aquellos que en general quieren emprender alguna actividad que les asegure mayor seguridad económica.
El tema que nos ocupa nos obliga a formular la advertencia de que las predicciones sociales no son como las científicas, correspondientes a las ciencias puras, en las que los experimentos se pueden hacer aislados y en el vacío. Y es que si un país o una colectividad se traza una senda de crecimiento y una meta en torno a la misma, debe perseguirla con todas sus fuerzas, y aunando voluntades, tema en torno al cual las pitonisas oficiales, y sus contrapartes políticas, no parecen comprender todas las complejidades que ello encierra.
Ese pareciera ser uno de los dilemas centrales de las sociedades centroamericanas, y principalmente de las economías de Guatemala, El Salvador y Costa Rica, que son las más grandes y pujantes de la región, pero que se encuentran imbuidas de impotencia fiscal y de cierto pesimismo sobre la aún decaída de la demanda de las grandes potencias que acaparan buena parte de las exportaciones de la región.
En el caso guatemalteco, las autoridades económicas se han planteado una meta de crecimiento del producto, equivalente al 2.5 por ciento, y tales cifras, planteadas principalmente por las pitonisas del Banco de Guatemala, no incorporan incontables avatares del mundo no económico, tal es el caso de las vicisitudes del cambio climático y la inseguridad que priva en la parte norte de la región, así como en el territorio mexicano, que se constituye en un cliente comercial de vital importancia para el crecimiento futuro.
Al respecto de las predicciones, debemos recordar los tremendos errores incurridos a mediados del año 2008 y que demarcaron en buena parte los problemas fiscales del actual gobierno, en virtud de que el presupuesto para el año 2009 estuvo influenciado por las recomendaciones de los economistas del Banco de Guatemala que, aún bajo el chaparrón de la crisis financiera mas aguda en la historia del hemisferio occidental, se resistieron a ser más humildes en su prospectiva del crecimiento, conllevando ello ilusiones monetarias llevadas de la mano por la ilusión de reforma tributaria que tampoco prosperó.
Aclaremos más lo aseverado: confiando en la prospectiva oficial de un crecimiento del producto del 4.5 por ciento, el Ministerio de Finanzas en el 2008 se planteó un crecimiento de los ingresos tributarios para el 2009 de Q39,000 millones, el cual se sustentaba en un fuerte apoyo del Impuesto al Valor Agregado de las importaciones, en torno al cual se avizoraba un crecimiento de las importaciones cercano al 14 por ciento.
La realidad de los hechos demostró la mala práctica del oráculo en cuestión: la economía tan sólo creció un 0.6 por ciento, y las importaciones en 2009 fueron negativas en un 20 por ciento. La anterior es tan sólo una muestra de cómo a un sector le puede ir mal precisamente por malas proyecciones, y es por ello que en materia fiscal, por ejemplo, se debe ser cauto, principalmente en materia de gasto público, buscando siempre opciones de ahorro y acumulación para el futuro.