¿Legalizar o no las drogas?  (II)


En los Estados Unidos el narcotráfico, la venta y consumo de drogas prohibidas es tan grande que si se lograra cuantificar lo que en dinero la misma conlleva, serí­a más grande que el Producto Interno Bruto de cualquier paí­s de América Latina, como Brasil, México, ya no digamos, mucho más grande que la suma del Producto Interno Bruto de Centroamérica, Panamá, República Dominicana, Colombia, Venezuela y Ecuador juntos.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

Si ese comercio se pudiese gravar como se grava el alcohol y el tabaco, los impuestos que pagarí­an serí­an diez veces superiores a lo que los dos productos o drogas permitidas generan en impuestos, lo mismo sucederí­a en todos los paí­ses de América Latina.

El narcotráfico tiene tal envergadura económica, y los norteamericanos lo saben aunque no lo quieren admitir públicamente, que ha venido a trastocar el sistema constitucional y las leyes existentes en todos los paí­ses. Esta producción, transporte y consumo producirí­a más impuestos que todas las exportaciones de cualquiera de nuestros paí­ses.

Por ello si se continúa con la corriente de perseguir la producción y venta de estas drogas, deberí­a sin duda alguna llevarse una detallada contabilidad de cuántos de nuestros impuestos se invierten en esa lucha, cuánto nos cuesta el recurso humano y cuánto le significa a las familias y a la sociedad las muertes, los heridos y demás ciudadanos afectados por ese mercado y en base a esos números frí­os y exactos comprobarí­amos que más de una tercera parte de los impuestos que pagan los guatemaltecos se está destinando a combatir el narcotráfico.

Incluso podemos decir que nuevamente los intereses de quienes manejan la polí­tica internacional norteamericana nos están obligando a pagar su lucha, a poner en riesgo la vida de quienes directa o indirectamente son los muertos que aparecen como resultado del narcotráfico, razón por la cual se vuelve a repetir el caso de la guerra frí­a, donde los intereses norteamericanos nos daban las balas para que nosotros pusiéramos los muertos.

Como padres, abuelos, hombres y mujeres conscientes no deseamos ningún peligro, ningún daño para nuestros seres queridos, nuestra familia y nuestra sociedad; por consiguiente, igual que en California se sometió a una votación legí­tima, sí­ se permití­a el consumo, la tenencia y la producción de marihuana, porqué los guatemaltecos no tenemos el mismo derecho a opinar si se legaliza o no ese detestable tráfico y con ello decidir cuál es el mal menor.

Adicionalmente a todo lo expresado, los diputados al Congreso de la República, en el análisis y discusión para una consulta popular sobre el tema o para una decisión que en teorí­a ellos tienen el derecho de hacer como representantes de toda la población y de los ciudadanos que los eligieron, esto conllevarí­a saber si los 158 integrantes del Organismo Legislativo son representantes de los guatemaltecos o son mandaderos, subordinados del Gobierno del norte y que por consiguiente no sirven a los intereses de los guatemaltecos por cuanto han vendido su voluntad, su opinión, su capacidad de análisis, sus conciencias, sea mediante precio o amenaza a los señores yanquis.

Los diputados, aunque algunos sean blancos y otros sean criollos, todos cuando se ven conminados por los canchitos del norte, levantan la mano, besan el suelo y piensan que con la actitud que han evidenciado públicamente se están garantizando la visa, alguno de ellos una asesorí­a en el futuro en AID o en cualquiera de los programas que dizque patrocinan los norteños para cuando ya no sean diputados.