Vincent Morales acude a un experto cuando tiene una duda sobre su trabajo de restauración de la histórica Misión San Xavier del Bac. El experto es su padre, Daniel.
Daniel sabe a quién dirigirse si tiene alguna pregunta: su padre, Sonny.
Sonny aprendió todo lo que sabe sobre la misión de, efectivamente, su padre Apolino.
Y Apolino, heredó su conocimiento de su propio predecesor, Ernesto.
Cinco generaciones de la familia Morales han trabajado en la estabilización y restauración de la misión con 213 años de historia en el suroeste de Tucson.
«Estamos dedicados a esto desde hace mucho tiempo», dijo Daniel, quien dirige el negocio familiar Morales Restoration and Builders Inc.
«Sin el conocimiento de mi abuelo y de mi padre, no hubiera sido capaz de realizar este trabajo», explicó. «Sigo aprendiendo y desarrollando mi conocimiento, y ahora lo estoy transmitiendo a través de la familia».
Los resultados se notan en las venerables, aunque vulnerables, torres y muros de San Xavier.
Desde el trabajo inicial de estabilización de Ernesto y Apolino en los años 40, y su continuación por Sonny en los 50, el edificio ha sido fortalecido y embellecido a manos de los Morales.
Los ocho empleados de Daniel iniciaron el extenso trabajo de reparación y nueva colocación de yeso en el exterior de la misión en 1989. Estos incluyen a sus hijos, Vincent y D. J., su esposa Lisa, y a sus 76 años, su padre Sonny.
«Esa familia goza de tanta sabiduría histórica sobre la misión y realmente eso beneficia el trabajo que hacen», dijo Vern Lamplot, director ejecutivo del Patronato San Xavier.
El Patronato fue formado en 1978 para promover y recaudar fondos para la conservación de la misión. El grupo ha contratado a los Morales durante décadas para todo tipo de trabajo, incluida la renovación de la torre oeste de la misión y la retirada de estuco que atrapaba el agua y que había sido colocado en renovaciones anteriores. El yeso será reemplazado por un mortero de jugo de lima y cactus como el usado por los que construyeron la misión.
Fuertes recortes de presupuesto han pospuesto renovaciones necesarias en la torre este, pero Lamplot dijo que los Morales están trabajando en un proyecto menor de estabilización y restauración de la galería de la sacristía.
«Trabajamos con lo que tenemos», en referencia a la financiación, dijo Daniel Morales. «No quería echar o despedir a nadie, así todos redujimos nuestras horas».
Si San Xavier es, de forma literal, la misión en vida del clan Morales, saber un poco del edificio y su historia puede ayudar a explicar la pasión por el edificio que la familia ha mantenido durante generaciones.
Los historiados se remontan a 1700 para fechar los inicios de San Xavier, cuando el misionero jesuita Eusebio Kino inició los fundamentos de una iglesia que nunca fue construida.
El trabajo en la actual iglesia, construida para reemplazar una estructura cercana, empezó en 1783 y fue completado en 1797. La misión, reforzada y a veces dañada por trabajos de reparación a través de los siglos, sobrevivió daños causados por muros que filtraban agua, el golpe de un rayo y un terremoto.
A veces descrita como la «paloma blanca del desierto» debido a su brillante exterior, la misión fue clasificada como Patrimonio Histórico Nacional en 1963, y atrae a unos 200.000 visitantes al año.
La misión actúa como iglesia hoy en día, pero es más conocida por su arquitectura colonial española y su exquisita arte religiosa. Un equipo internacional de conservadores de arte trabajó desde 1992 a 1997 en un meticuloso proyecto para limpiar y restaurar los cuadros y esculturas del edificio.
«El Patronato tiene mucho mérito. Ha salvado literalmente este lugar», dijo Daniel mientras se calentaba las manos sobre un pequeño fuego, en una pausa del trabajo, durante una fría mañana.
«Han sido los cuidadores de la misión», indicó. «Y los turistas, los visitantes, notan eso. Se sobrecogen con lo que está aquí».
Ernesto y Apolino Morales ya murieron, pero las siguientes generaciones %u2014 incluidos Sonny, Daniel y los hijos de Daniel, Vincent y D. J. %u2014 han acumulado muchos recuerdos de su trabajo en San Xavier.
Sonny dice que sus cuatro días a la semana de trabajo en la misión benefician al edificio y le mantienen joven.
«Me mantengo activo, en lugar de sentarme como un viejo campesino en una mecedora», dijo Sonny mientras limpiaba una sección del muro en la galería de la sacristía.
«Mi padre (Apolino) era un albañil y empezó a trabajar aquí en 1947. Su padre trabajaba con él en aquellos tiempos», dijo.
«Mi abuelo, Ernesto, me dijo: «Cuando trabajes en un andamio, concéntrate en ese trabajo. Y no te preocupes por el dinero. Te pagarán según la calidad del trabajo que hagas». Me guió en mi vida y en cómo construir cosas».