Once millones de latinoamericanos en indigencia


 La inequidad en la distribución de la riqueza sigue siendo uno de los problemas más agudos de los paí­ses latinoamericanos y del Tercer Mundo en general, de tal manera que los mayores incrementos porcentuales de personas padeciendo hambre el año anterior, en comparación a 2008, se registró en América Latina y el Caribe en un 13 %, en cuyos paí­ses 11 millones de personas viven en extrema pobreza, subsistiendo con alrededor de lo equivalente a dos dólares diarios, o sea Q16 aproximadamente, según el tipo de cambio.

Eduardo Villatoro

En lo que respecta a Guatemala, que es uno de los paí­ses más pobres del continente americano, la mitad de la población, es decir, 6.5 millones de personas viven en situación de pobreza, pero el 17 % se encuentra en la indigencia, porque ninguno de los gobiernos que se han sucedido desde hace 56 años se ha atrevido a realizar profundos cambios en la estructura económica, y ni siquiera se han propuesto introducir reformas al régimen impositivo, y de ahí­ que menos de un tercio de la recaudación fiscal corresponde a impuestos directos, y dos tercios a los indirectos, entre los que sobresale el IVA.

 

De acuerdo con un informe del Fondo Internacional de  Desarrollo Agrí­cola (FIDA), divulgado en Roma por la periodista Sabina Zaccaro de la agencia de noticias IPS, la producción de alimentos deberá incrementarse en 70 % para satisfacer las necesidades de la población mundial cuando en el año 2050 llegue a los 8 mil millones de personas, mientras tanto la pobreza sigue siendo un fenómeno predominantemente rural, a causa de la escasez de tierras para uso de las familias campesinas, y los bajos salarios.

 Sin embargo, Ed Heinemann, a cargo del equipo de investigadores del FIDA, asevera que no todo es tan sombrí­o porque los cambios en los mercados agrí­colas están brindando nuevas oportunidades a pequeños productores de incrementar su productividad, lo que podrí­a provocar progresos en el combate de la pobreza rural. Además, el rápido crecimiento de los centros urbanos, particularmente en las capitales de los paí­ses, así­ como de los ingresos  de las poblaciones urbanas significa una creciente demanda por productos de mayor valor y posibilidades para los pequeños productores de acceder a mercados más remunerativos.

 

Pero para impulsar ese proceso positivo, es necesario que los gobiernos, las instituciones internacionales y las naciones donantes inviertan en las zonas rurales y ayuden a mejorar su infraestructura y gobernabilidad, así­ como reducir sus costos de transacción. Todos estos actores -sostiene el experto- también deben ayudar a la población rural pobre a evitar y gestionar los riesgos que enfrentan, desde desastres naturales hasta inseguridad en el acceso a la tierra y gran volatilidad de los precios de los alimentos. 

 

El estudio también señala que la situación de las mujeres productoras, que son las responsables de la mayorí­a de los alimentos consumidos en las zonas rurales, no ha cambiado mucho desde al reporte del FIDA en 2001, puntualizando que en Guatemala, por ejemplo, las mujeres ostentan sólo el 3 % de los contratos de producción de arveja, pero contribuyen con más de un tercio del total de las tareas del campo y prácticamente todo el trabajo de procesamiento de esa planta.

(El campesino Romualdo Tishudo visita el Centro de Salud y le dice al médico: -Doctor, tengo delirio orí­nico. El galeno replica: -¿No será oní­rico? El jornalero repone: -No, doctor, sueño que me orino vestido).