Próxima a las fronteras checa y polaca, la pequeña ciudad alemana de Zittau (este) fue muy elogiada en 2004 como un símbolo de la ampliación de la Unión Europea hacia el este. Casi tres años más tarde pocas cosas han cambiado entretanto: el desempleo sigue elevado y la ciudad se está vaciando.
Alrededor de la pulcra y barroca plaza del mercado, se reitera invariablemente una respuesta cuando se pregunta a los habitantes qué ha cambiado desde 2004: «no hay más colas ante los puestos fronterizos», resume Gudrun Laufer, directora de la Cámara de Comercio e Industria (IHK) de Zittau.
Por lo demás, la adhesión de los antiguos países del este no parece haber perturbado la vida de esta apacible ciudad situada en el «triángulo de las tres fronteras».
La Friedenstrasse (calle de La Paz), que parte del centro, desemboca algunos cientos de metros más allá en Polonia. Otro kilómetro más y se está en la República Checa.
A diario centenares de automóviles alemanes atraviesan las fronteras. Pero el descubrimiento de la localidad vecina se resume a la estación de servicio. En Polonia o en la República Checa los automovilistas llenan a rebosar los tanques de combustible de sus vehículos, porque el precio del litro de carburante es allí más barato que a este lado de Europa.
«No sé cuánto cuesta la gasolina en Alemania», sonríe Rainer Harbarth, quien lidera el grupo PDS (neocomunistas) en el consejo municipal de Zittau.
Se llega también allí para visitar las peluquerías. La permanente o la tintura del lado polaco son menos caras que en Alemania.
De hecho, «los comerciantes hacen sus maletas, uno tras otro, la vida se va de la ciudad», afirma Harbarth.
Antes de la caída del Muro de Berlín, en 1989, la antigua ciudad textil y productora de lignito de la República Democrática Alemana (RDA) tenía 38.000 habitantes. Hoy no viven aquí más de 25.000 personas y ya hay alrededor de 4.500 viviendas vacías.
Situada ante las puertas de Bohemia, Zittau está «en el ángulo muerto de la República», según el semanario Die Zeit, y «pronto se convertirá en un hospicio para ancianos», agregó Andreas Johne, uno de los ediles democristianos (CDU) de la ciudad.
Con o sin ampliación de la UE la tasa de desempleo, de cerca de 20%, sigue siendo endémica.
Zittau temía mucho antes de 2004 que arribaran «trabajadores de bajo precio» de Polonia o de la República Checa. Pero el escenario catastrófico no se hizo concretó debido a las restricciones a la libre circulación de mano de obra en la UE.
El fenómeno es a la inversa. Algunos habitantes de Zittau comienzan a irse a las ciudades polacas y checas para buscar trabajo.
Sin embargo, subraya Simone Kessler, directora de la Agencia de Empleo, el flujo sigue siendo limitado «debido a las importantes diferencias salariales que hay entre los tres países».
En este marasmo, la ciudad procura crearse un porvenir europeo. «Para los inversionistas extranjeros, la región es un sueño debido a su proximidad con el mercado del este de Europa», aseguró Holger Knuepfer, quien dirige la célula de fomento económico de la ciudad.
Zittau intenta asimismo desarrollar los lazos entre empresas alemanas, polacas y checas. «La idea es, por ejemplo, que un fabricante de camisetas alemán subcontrate una parte de la labor en la República Checa, lo que le permitiría vender sus productos a precios más bajos», señaló Gudrun Laufer.
La universidad de la ciudad ya ha puesto práctica una interesante experiencia. En la cantina se habla checo, alemán y polaco en torno al asado con coles rojas que se sirve en este día. Durante sus cursos los estudiantes pasan un año en cada uno de los tres países fronterizos.