Re a l i d a r i o (DCLXXVI)


LAS MANOS AL FUEGO. No hace mucho, con escasa malicia, me preguntaron que si yo meterí­a las manos al fuego por cierta persona no necesariamente allegada a mí­. Horrorizado, confundido, sólo atiné a balbucear que gracias pero, dado el caso, preferirí­a meter un pedazo de rochoy o de puyazo, una vez muerta y destazada mi amiga la res, por supuesto. En términos realistas, pragmáticos y objetivos, ¿qué beneficio o ventaja representarí­a para alguien el que yo me chamuscara las manos en un honor? Desde luego, si en mis manos está el poder ayudar a alguna gente, incluso mediante uno que otro sacrificio razonable y saludable, soy el segundo o el tercero en estar presto y listo. ¿Cuándo se ha visto que meter las manos al fuego, sobre todo si uno está solo o sin testigos valiosos, signifique un acto heroico o que remedie dificultades y adversidades ajenas? Y por aparte, ¿de qué fuego estamos hablando? ¿Un fuego ya existente o se va a provocar uno especial para el efecto? ¿Por cuánto tiempo habrí­a que tener las manos entre las llamas? ¿Existirí­a un extinguidor de incendios a la mano, equipo de primeros y segundos auxilios, ambulancia, etcétera?

René Leiva

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CERO PUNTO CINCO (0.5) TOLERANCIA. En opinión de varios expertos consultados, es inconveniente la aplicación de cero (0) tolerancia ante la diversidad de ilegalidades, abusos, arbitrariedades y anomalí­as que se registran en el paí­s de la eterna. Lo inteligente y provechoso, según las estadí­sticas, las especificaciones e incluso los estándares internacionales, es aplicar un cero punto cinco (0.5) de tolerancia, toda vez que esa mí­nima fracción de apenas medio punto en una escala de uno a cien, serí­a el margen o motivo, ya instituido y aceptado, para realizar diversidad de tácticas y estrategias tendientes a la identificación y neutralización de esos abusos e ilegalidades. Está comprobado que apenas un 0.5 de tolerancia hace la diferencia y pone en evidencia y al descubierto muchas anomalí­as que un cero (0) más bien las ocultarí­a y en algunos casos escamotearí­a, sobre todo en un mundo donde los absolutos fueron abolidos e impera la relatividad de y en todas las cosas, la tolerancia incluida.

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SODOMATRIMONIO. (De hecho o de derecho.) Es decir, Adán y Evo (pero no Morales). Romeo y Julio. Pablo y Virgilio. Antonio y Cleopedro. Napoleón y José. Abelardo y Eloy. Don Quijote y su bien dotado Dulcineo, lanza en ristre. Almos gemelos. Medios Naranjos.

Y los declaro marido y marido. Fulano, puede besar al novio… Y para justo equilibrio, ambos ¿cónyuges? llevarán los pantalones en casa (y, a veces, el mismo pantalón).

(Los trastornos de la quí­mica cerebral intrauterina cobijados por la sociedad posmoderna, en que la permisividad es la otra cara de la repugnancia.)