La ciudad de Guatemala ha crecido en forma desmesurada y sus principales problemas no han sido atacados con visión urbanística. El tránsito es acaso el ejemplo más patético de cuan escasa ha sido la planificación, puesto que la ausencia de sistemas eficientes de transporte obliga a los vecinos a buscar otros medios privados para movilizarse y de esa cuenta el parque de vehículos crece día a día para congestionar las mal diseñadas vías urbanas sin que una incapaz Policía de Tránsito pueda poner orden y facilitar el flujo de automóviles.
Todos los días son enormes los embotellamientos y los habitantes del área metropolitana pasan demasiado tiempo en los atascos que se forman en las horas pico. Si a eso agregamos que la Metrópoli mantiene costumbres pueblerinas y que los vecinos no tienen la suficiente educación cívica, tenemos que concluir que el problema es gigantesco. Esta semana hubo procesiones en distintos puntos de la ciudad y ni siquiera se usó la tecnología adecuada para informar de la ruta de los cortejos, por lo que el automovilista caía en embotellamientos de horas sin posibilidad de salir por ningún lado. Hoy, las festividades de la Virgen de Guadalupe tapan el acceso al centro de la ciudad desde el Anillo Periférico y la fortuna de que la fiesta caiga en fin de semana alivia un poco el calvario, pero año con año se repite el fenómeno del cierre de importantes arterias.
Una ciudad como Guatemala no puede mantener ese tipo de actividades que afectan a toda la población porque debe observarse aquello de que el interés general prevalece sobre el particular. Y lo mismo que se aplica a actividades religiosas tiene que ser para eventos de tipo político o de cualquier otra índole, porque no puede permitirse que una ciudad tan atascada como es la nuestra, sufra más por la falta de consideración de quienes disponen de la vía pública para cerrar el tránsito normal de los automotores.
Somos respetuosos de las creencias y del derecho a la libre expresión, pero entendemos que siempre hay una contraparte que se debe observar en cuanto al respeto al derecho ajeno. Y está demostrado que en Guatemala las autoridades se pasan por el arco del triunfo el interés general porque no obligan a nadie a respetar el derecho ajeno. No puede ser que un grupito que no llega a cien comerciantes, cierre calles y avenidas afectando a decenas de miles de personas que tienen que transitar por el sector.
La vida en una Metrópoli, para ser llevadera, demanda que todos pongamos de nuestra parte y que haya un elemental respeto al derecho ajeno.