Más que un tema que se pueda explotar ideológicamente, un elemento plástico con posibilidades de desarrollo formal o un motivo recurrente que se utilice para hilar un discurso, las carretas que identifican inequívocamente a la pintura de Félix Vidal Chacón son propiamente un símbolo que, más allá de lo «estético» que pueda parecernos, nos hace ver las condiciones reales en que se debate un significativo sector de nuestra sociedad. Como símbolo que son, no aluden simple e imaginativamente a aquello que simbolizan sino que justamente lo traen a la plenitud de la presencia, de manera que, para quien identifica e interpreta esas carretas como símbolos, se trata de una experiencia tan vívida y convincente como estar frente a la palpitante y conflictiva realidad de la cual forman parte.
El proceso que las llevó a convertirse en símbolo es largo, sinuoso y complicado %u2014y no necesariamente consciente%u2014, y de hecho ha marcado las diferentes etapas que se observan en el desarrollo de la pintura de Félix Vidal Chacón. Por ejemplo, cuando en sus inicios el artista intentaba una pintura de crítica social, las carretas eran simplemente un elemento, entre otros, del paisaje urbano de barrio pobre o decididamente marginal. En ese sentido, el artista parecía seguir muy de cerca la tradición crítica representada por Juan Antonio Franco e Isabel Ruiz y en sus cuadros de esa época recreaba con un realismo sin afeites escenas paradigmáticas de la pobreza extrema de los barrios y asentamientos marginales, es decir una parte de la realidad guatemalteca que nadie quería ver, mucho menos en una galería de arte o en la sala de su propia casa.
Fue precisamente el rechazo visceral al tema «poco estético», al realismo y a las intenciones críticas con que lo representaba lo que obligo al artista %u2014por otro lado plenamente convencido de la legitimidad de expresar lo que sensibilidad le dictaba%u2014 a buscar otras formas de abordar estéticamente esa realidad tan conflictiva, sin que eso significara renunciar a sus convicciones más sentidas. Tal búsqueda será en adelante lo que marque el desarrollo técnico, los hallazgos formales y la efectividad expresiva de su pintura, que desde entonces empezó a concentrarse cada vez más sobre las carretas. En efecto, a medida que las escenas urbanas iban paulatinamente desapareciendo de las imágenes, las carretas fueron ganando protagonismo dentro de la composición; es decir, empezaron a volverse expresivas por ellas mismas, hasta llegar a aquellos cuadros dramáticos en los que aparecían iluminadas por una luz un poco teatral sobre escenarios que se reducían al fragmento de una pared, la sombra de una puerta, la calle de tierra. Pero en ese proceso, más que desplazar de la imagen al ambiente del que forman parte, se diría que lo absorbieron, lo incorporaron en las líneas de su frágil pero consistente diseño, en el ángulo en que aparecían, en las luces que las iluminaban, en la «actitud» con que asumían su protagonismo.
Ese protagonismo llegó a ser tan exigente que, incluso, más adelante tomaron características humanas o, más exactamente de personajes histriónicos que representaban dramas quizás demasiado conceptuales (alegóricos), como bailar en la cuerda floja sobre el fondo escenográfico de un paisaje tradicional, del lago de Atitlán, por ejemplo. Hasta que finalmente, después vehicular la expresión de muchas vicisitudes existenciales del artista, recuperaron no sólo su estabilidad formal sino también la mesura expresiva de no querer decir más de lo que por sí mismas pueden significar.
Naturalmente el trabajo de un artista no se limita a la evolución de una idea o de unos conceptos. Si, como rezaba la Estética del romanticismo, la obra de arte es la representación sensible de la Idea, el trabajo de Félix Vidal Chacón ha consistido precisamente en hacerse de los recursos técnicos que le permitieran concretar en el lenguaje de la pintura sus intuiciones intelectuales. En ese sentido, las carretas, como elemento plástico, han sido el fértil campo de experimentación técnica, formal y expresiva del que surge, laboriosamente forjado, el símbolo poderoso que ahora, desde el cuadro, convoca al espectador sensible y reflexivo.
A medio camino entre el concepto puro y la realidad sensible, la significación simbólica de las carretas de Félix Vidal no es la del reflejo mecánico de la imagen del espejo sino que cala más hondo y verdaderamente establece un vínculo entre la sensibilidad del espectador y la realidad que reclama su atención. De esa cuenta la realidad que se muestra en sus obras tiene, más que la elocuencia de un discurso que convence, la concentrada intensidad de una composición poética que conmueve. Por eso, en plena madurez expresiva, la pintura de Félix dejó de ser deliberadamente crítica pues en ella la realidad sencillamente se muestra como es.
Pero, además, cargadas de significación, las simbólicas carretas también se prestan para un discurso, es decir para una reflexión articulada sobre la realidad que hacen visible. En el nuevo trabajo de Félix Vidal, en efecto, parecen narrar una historia, o más bien recuperarla: la de los sin voz, la de los olvidados, la de la gente del pueblo que es como la sombra inestable de los espejismos del desarrollo mal enfocado: presencia perenne de la esperanza.
Sean estas reflexiones sobre el trabajo de Félix Vidal Chacón una invitación para acercarse a la obra que actualmente expone en la galería El Túnel.