En estos días, en Latinoamérica, pero muy especialmente en México y países vecinos, se celebra la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, una de las advocaciones de la Virgen María con más arraigo en nuestro continente, sobre todo porque se ha asimilado esta imagen como no occidental.
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Uno de los detalles que más escapa de esta imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, es que ella aparece con traje de maternidad. Es decir, se nos presenta con un embarazo de pocos meses (quizá cinco), lo cual se evidencia en el lazo que se ciñe por arriba del vientre ya ligeramente abultado, y por una pequeña curva que se observa en el original de esta representación.
Sin embargo, por la posición de las manos, las sombras y por las copias en que no se hace evidente este detalle, hace que pase de largo el hecho que se nos presente embarazada.
La tradición católica ha sido muy reacia a no presentar imágenes de la Virgen María embarazada. Se prefiere, pues, otras representaciones, sobre todo cuando se presenta con el niño Jesús (como la Virgen del Rosario, del Carmen o de Candelaria, por ejemplo), sola y sin embarazo (Inmaculada Concepción o en la Anunciación), o cuando ya es una mujer adulta, sobre todo después de la muerte de Jesús (de Dolores, o de la Soledad, y de la Asunción).
Otras representaciones que también están arraigadas son la de la Virgen de Tránsito (durante su muerte, previo a ser ascendida a los Cielos), o Virgen Niña, sobre todo acompañando a su madre, Santa Ana.
Aunque no soy experto en el tema de la iconografía mariana, supongo que la opción para no mostrar a la Virgen embarazada es esa evidente contradicción natural. Es decir, esta situación va en contra de la naturaleza humana, y que se ha aceptado como dogma de fe. Sin embargo, a raíz de la Reforma Protestante, el tema de la Virgen María ha sido uno de los puntos en controversia entre el Catolicismo y otras religiones cristianas; especialmente, el Protestantismo ha basado muchas de sus críticas en el culto hacia la Virgen María.
Es por ello que Nuestra Señora de Guadalupe se convierte en una imagen importante para esta imagen de Virgen embarazada, por ser la más popular, al menos en nuestra región mesoamericana.
CATOLICISMO
Pese a que no está arraigada en la tradición iconográfica, en las últimas décadas ha sido más común esta imagen de la Virgen María embarazada. No hay que olvidar que la más frecuente ha sido la imagen de María y José cuando buscan posada en Belén, cuando deben viajar para participar en el censo ordenado por el Imperio Romano. En esta imagen, la Virgen debe lucir embarazada, por la tradición que dicta que Jesús nació durante este viaje. Esta imagen resulta no ser tan «chocante», debido a que se asume como imagen a la víspera de la Natividad del Señor.
En los últimos años, imágenes de la Virgen María embarazada son más frecuentes. Especialmente, ha surgido la advocación de Nuestra Señora de la Dulce Espera, que algunas embarazadas se acogen a ella y rezan durante los nueve meses esperando a su hijo. Los tiempos, obviamente, han cambiado, por lo que los dogmas de fe han perdido fuerza por el escepticismo posmoderno. Es decir, las contradicciones dogmáticas de creer en una Virgen embarazada ya no provocan confusión. La imagen de la Dulce Espera es más cercana a las creencias del siglo XX y XXI, sobre todo en un mundo tan veloz e impaciente, en que la imagen de la Virgen esperando, como cualquier mujer, durante nueve meses, hace que la Madre de Dios se humanice. Asimismo, ante el avance de la legalización del aborto, esta imagen abandera la reacción católica contra ese movimiento.
MITOS DE VíRGENES
En la mitología universal, las vírgenes siempre han tenido un papel fundamental para el desarrollo de las creencias. Antiguamente, algunas sacerdotisas del mundo grecolatino debían ser vírgenes para poder ser vínculo entre los hombres y los dioses, como es el caso de la diosa del hogar en Roma, Vesta, cuyas sacerdotisas eran castas y recibían el nombre de Vestales.
Este caso es excepcional, ya que en la antigí¼edad, muchas sacerdotisas realizaban su labor a través de una experiencia corporal, especialmente a través del sexo, lo cual ha perdurado hasta hoy día bajo las prácticas del Tantra. La sexualidad femenina era utilizada como un conducto que unía a los dioses, sobre todo en tradiciones de las culturas antiguas del Medio y Lejano Oriente, y, en algunos casos, de la antigí¼edad occidental, como en Grecia y Roma.
En Mesoamérica, el mito más cercano es el de la princesa Ixkiq, hija de Kuchumakik, uno de los Señores de Xibalbá, según el «Popol Vuh». A pesar de la prohibición de su padre, Ixkiq fue a ver al extraño palo de morro que, según decían, era el mismo Hun-Hunahpu, muerto días atrás. El árbol, a través de uno de sus frutos, le habló a la princesa virgen, pidiéndole que extendiera su mano. Al hacerlo, le escupió en ella y quedó embarazada de los míticos gemelos Hunahpu y Xbalanke.
Cabe resaltar que, según la tradición del Popol Vuh, los dioses estaban buscando formar a los hombres nuevos. Este episodio ocurre antes de la creación a base del maíz de los cuatro hombres y mujeres que iniciarían al pueblo k´iche´.
En común, el mito de la virgen embarazada tiene que, tras un intento (fallido) de crear al hombre, sobre todo el intento de crearlo de la nada, las entidades divinas necesitan crear al hombre nuevo. Inicialmente, lo crean del lodo, y se les activa a través de un soplo divino (A la mujer se le forma a través del hombre, según las creencias). Sin embargo, este hombre creado de la nada posee imperfecciones. Sobre todo, en la tradición cristiana, este hombre creado es pecador y debe ser liberado.
Es por ello que las entidades divinas envían a sus propios hijos, pero no surgidos de la nada, sino que necesitan del conducto de una mujer, clínicamente virgen, pero que quedan embarazadas sin necesidad de coito, sino por el espíritu divino.
El niño nacido de ese embarazo, será un hombre nuevo, capaz de romper las cadenas que atan al hombre viejo. En el caso del Cristianismo, Jesús fue hijo de Dios engendrado en una Virgen, y liberó a la humanidad del pecado y del Infierno. En el caso del Popol Vuh, Huh-Hunahpu engendró a Ixkiq, y nacieron dos gemelos, quienes liberaron a su posterior pueblo de la esclavitud de Xibalbá. Tras ello, se pudo formar a los hombres nuevos a base del maíz.
En el caso de Nuestra Señora de Guadalupe, se debe recordar que su culto se inició en el Cerro de Tepeyac, en México, donde antes de la Conquista se adoraba a Coatlicue, Teteoinan o Tonantzin, diosa de la Tierra y de la fertilidad. Es evidente que el éxito del arraigo de esta imagen consistió en el sincretismo entre las creencias prehispánicas y las católicas, y que fue, precisamente, una Virgen Embarazada, la encargada de crear a la nueva raza, «la raza cósmica» como diría Vasconcelos, de la fusión de dos culturas.
* Dedicado a mi esposa embarazada.